La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Desarrapados un siglo después

Lo peor no es la falta de velas cien años después, sino comprobar la elegancia perdida en el vestir de los sevillanos

Desarrapados un siglo después

Desarrapados un siglo después

La portavoz de Vox en el Ayuntamiento, señora Peláez, ha publicado en las redes sociales una preciosa foto de la Sierpes de los años 20 en la que se aprecian las velas que convertían la calle en zona umbría, fresca y agradable para el paseo peatonal. La intención, lógica y legítima, es denunciar la inoperancia de las autoridades cien años después. La Gerencia de Urbanismo ha sido incapaz de colocar los toldos en 2021, cuando estamos en la era del 5G después de habernos hartado de cantar las bondades de las telecomunicaciones, el teletrabajo, la igualdad, la administración digital y otros logros de la sociedad que nos ha tocado vivir. Pues tururú. Pasamos más calor en la misma calle que los sevillanos de hace un siglo. Pero yo me quedo con otro detalle de la fotografía bien distinto al pretendido con todo acierto por Peláez. ¡Cómo vestían los sevillanos de los años veinte pese a ser una ciudad mucho más pobre que la actual! Sencillamente es que iban vestidos. Y en pleno verano. Todos los que salen en las fotos, los que están de tertulia sentados y los que caminan, figuran de riguroso traje o con, al menos, chaqueta. Por supuesto se aprecian sombreros de distinto tipo.

Usted echa un vistazo estos días en la calle Sierpes, Tetuán, Velázquez, la Campana o el Duque, y tiene una elevada probabilidad de contemplar una estampa de gente desarrapada, mitad con aspecto del Bronx, mitad de público dominguero de nevera y sombrilla patrocinada. El ser humano se ha desvestido. Nos hemos degradado hasta incurrir en un aspecto poco higiénico, directamente feo y de estética patibularia. Así lo demuestra la hermosa imagen que nos deja en evidencia. La elegancia no es cuestión de dinero, sino de educación y algo de criterio.

Todo encaja en la sociedad de hoy, en la que los clientes de alto poder adquisitivo se pasean en bermudas por hoteles de arquitectura de alto valor histórico-artístico. Y en los exclusivos clubes de playa de la Costa del Sol se aprecian más tatuajes que en un presidio. Claro que en aquellos años veinte las figuras eran los toreros, personajes considerados héroes, elegantes en las formas y en el vestir, y ahora son los futbolistas y determinados usuarios de las redes. Algún día se estudiará el concepto de belleza de principios del siglo XXI y tal vez alguien nos reproche con razón que no estuvimos a la altura de la ciudad. Sin necesidad de idealizar ningún pasado, basta comprobar la evolución del comercio, que ha ido a la par que la de los sevillanos. De los grandes cafés, los sombreros y los trajes, a los pantalones piratas y la tienda de las vergas dulces. Pero ya saldrá el buenista que lo justificará todo con la economía.

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