PRIMER domingo del año y ambos a la misma hora y con luz natural, como antaño. Con la amplitud del abanico horario, los cabezas de huevo que manejan el fútbol televisado han colocado a Betis y Sevilla a la misma hora, con lo que el aficionado sevillano se ve impelido a no poder ver a uno de ellos. Es como tirar piedras sobre el propio tejado, pero doctores tiene la cosa y a joderse tocan de la misma forma que se fastidiará el share.
Tiene el Sevilla una ocasión mollar para acabar con esa especie de maldición que son sus turnos de visitante. Si de siempre todo fue posible en Granada, hoy se pone la cosa a tiro del Sevilla. El equipo nazarí no da una a derechas, la cabeza de su entrenador huele a pólvora que apesta y la cosa se presenta favorable, muy favorable, para este Sevilla tremendamente implacable de anfitrión y absolutamente inocuo cuando se halla lejos de Nervión y su área de influencia.
Y a las cuatro de la tarde también, el Betis comparece ante su gente con el infamante registro de sólo haber ganado un partido como local. Le toca lidiar hoy con el Eibar, un equipo que sabe a qué juega y que es mucho más en el campo de lo que dice su nombre. Un equipo que está acaparando puntos en una medida que sería impensable si no fuese porque ya hizo lo mismo el pasado curso. Luego se salvó por la campana administrativa, pero sus cuentas son similares.
El equipo de las trece barras y la corona llega con las heridas del Camp Nou abiertas y lacerantes a más no poder. El atraco sufrido el miércoles, aun no sorprendiendo a nadie, fue demasiado para un equipo que es sólo lo que es. De nuevo ante su gente y con la atención dispersa por lo que se programa para la tarde de Reyes, pero ganar en casa ya se ve como cuestión perentoria, una obligación indudable aunque falten los centrales y tan en su contra jueguen las estadísticas.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios