Querido diario:Este fin de semana he sido testigo de un mundo del que me gustaría, en la medida de mis posibilidades, estar lo más alejado posible. Paso a contarte, a continuación, unas horas a través de las que he vuelto a ratificar mi idea de que sería conveniente que, determinadas emociones, las guardásemos para momentos de mayor recogimiento.

Ocho de la tarde. Un coche de producción nos recoge, a Consuelo Alcalá y a mí, de un hotel justo al lado de los estudios de Tele 5 donde, en breve, comenzará Salvame Deluxe en el que, ella -algo nerviosa por el reencuentro con su vástago pródigo- y su primogénito, Jaime, son las "estrellas" invitadas.

Nueve y media. Lydia Lozano, ataviada con unos rulos de descomunal tamaño, entra en la sala de invitados para picar algo antes del "espectáculo". Luis Rollán se pasea por los pasillos en compañía de Raquel Bollo y, dentro, el público va ocupando su lugar en las gradas del plató.

Diez de la noche. La ex de Ostos abre una emisión a la que asisten Belén Esteban, Kiko Matamoros, Mila Ximénez, la mencionada Lozano y una que ella creía amiga suya y que, poseída por el espíritu de Judas Iscariote, la "vende" por unos cuantos euros. Así, antes de comenzar el diálogo, llegan esas voces y descalificaciones que sólo cesan durante una publicidad la cual, por los calmantes efectos en el entorno, debiera convertirse en la verdadera programación de esta irritada cadena. Al fin y al cabo, mil veces más saludable es el tránsito intestinal de los yogures con "bífidus activos" que la irreparable descomposición mental que producen estos productos televisivos.

Después, tras el esperado abrazo de madre e hijo, el tema deja de interesar porque, lo bueno, lamentablemente, no vende con lo que, a esta historia de fuertes nudos -pero sin apenas presentación ni desenlace-, se le pone un punto final no exento de su correspondiente moraleja: ¿cuándo volverán a dejarnos disfrutar de los finales felices?