MALA suerte la de Arahal. Ayer se asoció su nombre una y otra vez en toda España a la detención de dos miembros del Grapo implicados en el secuestro del empresario Publio Cordón. El otro compinche fue apresado en Cádiz. La operación policial resucita la memoria histórica sobre el desdichado caldo de cultivo que en la Baja Andalucía favoreció la crianza, hace cuarenta años, de jóvenes que perdieron la cabeza creyendo que la revolución obrera que necesitaba España era la del terrorismo con asesinatos, atracos y extorsiones, cual émulos de las Brigadas Rojas italianas o de la Baader Meinhof alemana. Idealismos desdichados y desfasados que fueron la coartada para matar en Sevilla en 1984 a Rafael Padura, presidente de la Confederación Empresarial Sevillana, cuando Franco llevaba nueve años enterrado y gobernaba Felipe González tras dejar muy atrás la clandestinidad.

Manuela Ontanilla Galán nació en Arahal y tiene arraigo familiar en su localidad natal. El espeso silencio de los pueblos poco a poco dará paso a las habladurías catapultadas por las revelaciones periodísticas. Y a preguntarse cuántos miembros del Grapo han vivido con disimulo desde hace 17 años de los 400 millones de pesetas que la familia de Cordón les pagó como rescate, a cambio de mentirles sobre su paradero. Cuánta villanía y falta de arrepentimiento en quienes, en 1995, cuando el Grapo no le importaba a nadie y ya era sólo materia de los libros de historia, seguían atrapados mentalmente en el fracaso de una mitificada juventud de falsos ribetes heroicos con las armas en la mano, y se embarcaron en un secuestro cuya finalidad ya no era avivar una revolución sino procurarse sustento de modo mafioso.

"Manoli es una excelente persona", decían en Arahal bajo la sorpresa de la detención y por su retorno al pasado. Menos mal que pueblos como Arahal están llenos de excelentes personas que no tienen a sus espaldas una mochila cargada de crímenes.