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Tomás garcía

Doctor en Biología

Don Fadrique, la torre y el laurel

El laurel y la torre conforman un conjunto armónico que ha sobrevivido al olvido

Don Fadrique de Castilla era el segundo hijo de Fernando III y Beatriz de Suabia, la cual le dejaría en herencia sus posesiones alemanas, convirtiéndose así en aspirante legítimo a presidir el Imperio. El infante sería ejecutado en 1277 sin juicio previo por orden de su hermano, el rey Alfonso X, a causa de su posible participación en una conjura quizá motivada por la usurpación de sus heredades dinásticas y de su candidatura a la corona imperial por parte del "rey Sabio". La justificación de la condena por unos supuestos amoríos entre el infante y su madrastra Juana de Ponthieu, segunda esposa de Fernando III, pertenece al mundo de las ensoñaciones románticas y a la farsa histórica, que eleva hasta la gloria a algunos personajes siniestros y desciende a los infiernos a otros de gran valía. Fadrique tuvo esposa y varios hijos, mientras la joven viuda Juana había abandonado Castilla tiempo atrás y contraído nuevas nupcias en Francia...

Traspasamos la portada gótica del convento de Santa Clara de Sevilla procedente de la universidad de Maese Rodrigo y accedemos a un jardín diseñado por Juan Talavera y Heredia: mirtos, jazmines, naranjos y un grandioso laurel centenario custodian la Torre de don Fadrique. El laurel es una planta arborescente usada en prácticas iniciáticas como las del templo de Apolo en Delfos, rodeado de un bosquecillo de laurus cuyas hojas masticaban las pitonisas para inducir sus trances adivinatorios. El torreón formaba parte del palacio del príncipe castellano y fue erigido entre 1248 y 1252 en estilo gótico con reminiscencias románicas según modelos italianos. Considerada como la primera edificación civil hispalense tras la conquista cristiana, mantenía funciones de torre-vigía y de pabellón de caza para el vuelo de halcones, modalidad cetrera muy del gusto del infante. Según relata el historiador Pedro Mora Piris en su libro El Atanor del Infante, el valiente y culto Fadrique tradujo la colección de cuentos árabes Sendebar y habría construido la atalaya atendiendo a sus inquietudes mistéricas, florecientes en el medievo.

El laurel más longevo de la ciudad y la noble torre conforman un conjunto armónico que ha sobrevivido al olvido, resistiendo los embates de la naturaleza y el descuido del ser humano, integrado en un convento en proceso de restauración y donde se han hallado vestigios del primitivo palacio principesco. Este místico espacio del barrio de San Lorenzo ha de ser tratado con veneración y debería ser dedicado a la memoria de Fadrique, pues el vilipendiado infante pertenece al corazón latiente de la capital del Guadalquivir.

"Esta magnífica torre fue obra de Fadrique. Podría llamarse la mayor alabanza del arte y del artífice. Fue grato a sus padres este hijo de Beatriz y del rey Fernando, amigo de la ley. Si deseas recordar y saber la era y los años, en mil doscientos y noventa (año 1252 de la era cristiana) ya existía la torre bella y plena de riquezas" (Inscripción en latín sobre la puerta).

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