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josé / rodríguez De La Borbolla

Encajes de Cataluña, descoyuntamientos de España

Los nacionalismos son una vuelta al pasado, según Vargas LLosa. Yo digo que son insaciables Déjense de juegos los políticos y trabajen en serio. Esto no es una cuestión de marcas

LA política, en España, está en una pendiente de progresivo deterioro. Los políticos en activo resultan menos y menos creíbles cada día que pasa, a tenor de las encuestas. Como fuentes principales del descreimiento, han de citarse la corrupción y la crisis económica, pero a ellas han de añadirse la falta de visión a medio y largo plazo, el ombliguismo, la estable instalación en la mera coyuntura, la comunicación entre ellos a base de descalificaciones, el señalamiento de culpas ajenas, el trato al ciudadano como menor de entendimiento -eslóganes y frases huecas, latiguillos retóricos, manipulación de hechos históricos, sempiterno desdecirse ("digo" y "diego" reiterados con fruición), cinismo irreverente, altanerías posturales-, y los encerramientos en sus respectivas torres de marfil.

La cuestión catalana, al día de hoy, es un ejemplo de lo anterior. Un historiador de diseño, como Ferrán Mascarell, nos restriega con el descubrimiento de que "España es una anomalía histórica"; un alcalde que presumía de seny da en afirmar que "en España sólo Barcelona puede competir con Tokio o Estambul, porque la 'marca Barcelona' es la que tiene valor en el mercado"; una vicepresidenta del Gobierno de España se cree muy definitoria al decir que "son malos políticos los que se limitan a dividir"; o un ministro de Exteriores se queda tan pancho porque se le ocurre afirmar, con toda solemnidad, que habrá que buscar "un nuevo encaje de Cataluña en España". Frases vacías, palabras lanzadas como venablos, expresiones meramente retóricas… Fuegos de artificio. Vanitas vanitatum, et omnia vanitas. Y España, cuesta abajo.

¿Nuevo encaje de Cataluña en España? ¿De verdad? ¿O retornar a la desigualdad -que no a la diferencia- entre Cataluña y el resto de los territorios de España? Porque las diferencias atendibles están suficientemente garantizadas y se pueden consolidar con seriedad. Pero para eso es necesario que los partidos representativos de toda España se pongan de acuerdo en las medidas a tomar y en las reformas a hacer. Es preciso el diálogo, pero no basta con el diálogo entre el Gobierno de España y la Generalitat de Cataluña. Hoy, ya, eso no sirve. El pacto entre las clases dominantes de España y las clases dominantes de Cataluña, en los siglos XIX y XX, siempre se ha hecho a costa de los intereses económicos y sociales de los otros pueblos de España y de los ciudadanos del resto de España. Valgan como ejemplo las sostenidas políticas proteccionistas o las brutales represiones de los movimientos obreros en esos tiempos. Ésa es la meritita verdad, como dicen en México. Cualquier nuevo encaje, acordado sólo bilateralmente, de Cataluña en España nos va a costar dinero y derechos al resto de los españoles. Los nuevos encajes pueden descoyuntar España. Y eso es cuestión a ser mirada entre todos los españoles.

Ha dicho Vargas Llosa que "los nacionalismos son una vuelta al pasado". Yo digo que los nacionalismos no tienen jartura; es decir, que son insaciables. Déjense los políticos de juegos florales y trabajen en serio. Esto no es una cuestión de marcas: "Marca España", "Marca Cataluña"… Si sólo de marcas se tratara, yo me quedo con Cruzcampo. ¡Ésa sí que no falla nunca!

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