La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Lo dejamos ya para después de Navidad
Se suele decir que Sevilla siempre está con el bando ganador. Esto ya se contaba en 1936, cuando la Guerra Civil, con Queipo de Llano al aparato, incluso puede que antes. No vamos a recordar las desgracias de Sevilla la Roja, ni las diferencias con Madrid, donde aquella guerra duró casi tres años, y no duró menos de tres días, sino que ahora al PSOE sevillano se le presenta un dilema serio. A Juan Espadas se le habrá quedado la cara de circunstancias. Porque ahora en la calle Ferraz huele fatal, huele a lo mismo que olía en las postrimerías de Zapatero, quizás huela a lo que creyó oler Verónica, cuando entró allí a dar la media verónica, y supuso que daba la puntilla, como enviada especial de Susana Díaz. Estas elecciones de Madrid no son extrapolables, pero han pasado cosas tremendas. En realidad, lo que ha pasado es que el pueblo ha hablado y ha dicho que están hartos. Huele, en resumen, a cambio de ciclo.
Así que a Juan Espadas, que se había reciclado en pedrista, o algo parecido, se le presenta un dilema existencial. Ser o no ser, como un nuevo Hamlet en la Plaza Nueva. Para colmo, Narciso Michavila, el sociólogo que ha sustituido a José Félix Tezanos en la fiabilidad de las encuestas, va profetizando por las televisiones rosas en las matinales que Juanma Moreno ganará con mayoría absoluta en Andalucía, y que no le hace falta adelantar las elecciones autonómicas, sino que puede esperar. Sentado o de pie. Si creemos al Nostradamus de las encuestas, resultaría que Juan Espadas se puede quedar sin Alcaldía y sin la Junta. Todo para nada.
Opositar no es lo suyo, ni se le ve feliz con eso. Aunque lo hizo en los tiempos de Juan Ignacio Zoido alcalde. Sin mucho convencimiento. Téngase en cuenta que en Sevilla a veces se gana o se pierde por inercia, ya he indicado al principio lo de unirse al bando de los vencedores. Desde el martes a Pedro se le está quedando la carita del bando de los perdedores. Pero si hace lo que debería hacer (romper el Gobierno de coalición con Podemos) sabe que Frankenstein montaría la marimorena.
A Susana Díaz, según las profecías, tampoco la espera un buen futuro. Y a María Jesús Montero, que es la portavoz de su amo (político), ni les cuento. Juan Espadas no es como el soso, pero tampoco es la alegría de las huertas andaluzas. Con lo cual, algunos creen que más vale lo malo conocido del susanismo que lo bueno por conocer. Teniendo en cuenta que el cambio de chaqueta de Espadas, para disfrazarse de pedrista acérrimo, es increíble. Y que en la Casa Grande se está mejor que en la calle. Juan lo sabe, que es lo peor.
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