La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Por qué no cae Pedro Sánchez?
Tengo un amigo murciano, en cuyo nombre pido disculpas porque es empresario y tal especie, ya se sabe, es mala gente, explotadora y especuladora y debiera ser sustituida por papá (o mamá o, más bien, progenitor 1 ó 2 o viceversa) Estado. Pese a su rémora vital por ser, como digo, empresario, este amigo de vez en cuando piensa (actividad infrecuente pero no indolora, algunos de nuestros conciudadanos deberían hacerse el propósito de probarlo en este año nuevo). Y tiene algunas ideas peculiares en materia de gestión de los negocios.
Una de ellas consiste en que, contra las tesis generalizadas de los supuestos expertos en recursos humanos, él no cree que, cuando busca un nuevo empleado para un puesto, haya que elegir a quien más se ajusta al perfil (ni por encima ni por debajo), sino siempre al mejor que pueda contratar. Sostiene que, si bien es cierto que si contrata a alguien mucho más capacitado de lo que el puesto en principio demanda, se corre el riesgo de que se aburra y se vaya, a cambio es posible que espontáneamente dote de más contenido y utilidad al puesto, en beneficio personal y de la empresa, generando oportunidades de crecimiento para ambos. Y, sobre todo, entiende que así se evita el riesgo superior: el de fichar a un inepto que nunca se va a ir voluntariamente porque no tendría a dónde, al que habría que acabar echando de manera traumática y costosa.
Otra de sus tesis la traduce en preguntar siempre, cuando entrevista a un candidato para un puesto, por alguna "experiencia de excelencia" que haya tenido en su vida. No tiene por qué ser en el campo profesional concreto, puede ser en cualquier ámbito de la vida. Sostiene que cuando alguien ha tenido contacto con la excelencia de verdad, con la radical ausencia de mediocridad, a poco pundonor que tenga intentará sobresalir, hacer las cosas bien, no conformarse con lo trillado, con lo mínimamente exigible.
Me acordaba yo de este amigo y sus ideas cuando hace unas semanas leía en estas páginas que había seis médicos sevillanos entre los mejores cien de España. En el artículo que ponía de relieve esa noticia se extractaban algunas conversaciones con dichos doctores. Las palabras clave de su visión de su vida profesional podrían ser, tal vez, trabajo e ilusión. ¡Cielos! ¡Unos paisanos a los que les ilusiona levantarse cada día para ir a trabajar! ¡Que no buscan un sueldecito fijo y ausencia de complicaciones sino seguir estudiando, madrugando, trasnochando (pero no para tomar copas), creando equipos y formando a otros sin enriquecerse por ello, arriesgando al probar técnicas nuevas (si salen bien, algún político se colgará una medalla; si salen mal, la culpa es del personalismo y afán protagónico del narcisista doctor)!
Todos tenemos la experiencia de tratar con malos profesionales, y no por un error o retraso ocasionales en que todos sin duda incurrimos, sino por desidia. Si esta tierra tiene que mejorar, debemos todos exigirnos un poco de excelencia personal. Y feliz año, señores.
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