La Feria de los desaboridos

Dicho en monodosis de lirismo, la Semana Santa es ya como un relicario de nostalgias

En clave profana, tras la semana de autos, volvemos a los trillados quehaceres. La rutina es una de las bellas artes. En clave litúrgica, la luz de la Resurrección debiera iluminar el nuevo tiempo para el creyente. Y todo pese a la cómicas pantomimas creadas en torno a Cristo Resucitado. Aquí las deportivas carreritas y los delirantes encuentros entre Jesús vivo y la Virgen. Allá el ángel niño colgante, cual dron, para avisar a María de que su hijo ha resucitado, como ocurre en Tudela. Uno se queda a cuadros. El júbilo fiestero por la Resurrección tiene poco acierto estético entre el catolicismo español. No así en la Pascua ortodoxa, regida por el calendario juliano, y que se prodiga entre griegos y eslavos, con sus huevos pintados, sus sahumerios, sus barbudos popes y sus velitas prendidas frente a iconos y frescos de la Anastasis. Si con Wagner dan ganas de invadir Polonia (Woody Allen), con el canto de rito bizantino del Christos anesti(Cristo resucitó) entran ganas de reconquistar Asia Menor a los turcos.

Delirio aparte, el caso es que discurren ahora los días del claroscuro y los monstruos. Es otra forma de verlo. Gramsci decía -disculpen que me ponga estupendo- que los monstruos nacen de entre el claroscuro cuando lo viejo moría y lo nuevo tardaba en nacer. De meter ahora el calzador en clave sevillana, lo viejo sería la Semana Santa y lo nuevo la Feria que se aviene. Dicho en monodosis de lirismo, la Semana Santa es ya como un relicario de nostalgias. Adiós a su insólita belleza analógica y adiós a sus muchos cuadros de horrores (entre ellos el muy criticado de las sillitas y sillas playeras, con sus usuarios masticando bocadillos XXL a dos carrillos).

La ciudad se halla en modo ínterin. Se vuelve al tajo, al menudeo cotidiano, pero todos formamos parte de la cofradía del Tránsito o de la caseta Los del tránsito. Esto es, lo que va del hipódromo cofrade en la Campana al real de la Feria. Ya huele a Feria. ¿O ya hiede a Feria? Disculpen la duda ofensiva. Pero si es verdad esto de que entre lo viejo y lo nuevo se despiertan los monstruos, yo los veo prefigurarse ahora cual hermano de entre los míos, aunque seamos muy pocos. O sea, "los desaboridos, los contrariosos y los reluctantes", por decirlo en palabras magníficas del querido Tacho Rufino. Es lo que tiene, entre otros pecados, ser alérgico a rumbitas y sevillanas, ser un nativo con arte deficiente y ser abstemio por imperativo de Galeno. Uno no sabe si el infierno está donde la batahola de los cacharritos o justo al otro lado, en la que llaman ciudad efímera (por fortuna).

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios