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Crónica levantisca

juan Manuel / marqués Perales

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PABLO Iglesias dio la espantá en la sala de prensa del Congreso, y a Antonio Hernando se le puso cara de contrayente a quien la novia se marcha por tabaco; al socialista, que es de lo más inteligente que tiene Pedro Sánchez, le salían gallitos de la vergüenza. O del bochorno. Después de la madre de todas las reuniones, la liturgia pactada sostenía que debía salir primero Villegas, de Ciudadanos; después Pablo Iglesias, y al final, Hernando, pero el de Podemos dejó plantados a los periodistas y ha pospuesto su rueda de prensa hasta las once y media de esta mañana. ¿La razón? Evidente: Iglesias no quería compartir cartel con estos subalternos, de tal modo que anuló la rueda de prensa, rompió el acuerdo y se reservó otros brillantes minutos de televisión para esta mañana.

Miren, esto no es una anécdota, es un modo de hacer política que antepone el espectáculo como modo de conseguir un beneficio rápido al fondo, a los contenidos. Por eso le dijo al Rey que él quería ser el vicepresidente de Pedro Sánchez antes que al propio interesado y por eso, más de un mes después, renunció a esa vicepresidencia virtual sin anunciárselo al mismo. Es el golpe de efecto. Pablo Iglesias sabe que Podemos se maneja mejor en tiempos electorales, y éstos lo son, que en un Gobierno o frente a un Gobierno; Pablo Iglesias sueña con hacer una canasta triple en estos días para adelantar al PSOE; Pablo Iglesias concibe la política como un concurso de televisión. Esto no es una anécdota, el acuerdo de Gobierno ya no es posible y lo que se sustancia en estas últimas semanas es qué partido carga con las culpas de la repetición de las elecciones. Por que ése va a ser el motivo de la campaña electoral, ni paro ni desahucios ni ajustes, esto es una segunda vuelta en la que se decide quién boicoteó y quién merece quedarse fuera porque no será capaz de aliarse para formar un Gobierno.

El acuerdo es ahora imposible porque Ciudadanos se declara incompatible con Podemos y porque la fórmula de Iglesias incluye la abstención de ERC, y eso supondría romper al grupo parlamentario socialista. Es así de claro, ha llegado el momento de que Sánchez arroje la toalla porque la tenacidad que ha demostrado en todo momento puede derivar hacia el ridículo. El chico al que la novia dejó plantado rozó el patetismo cuando vendió como un éxito que el agua y el aceite, Ciudadanos y Podemos, se habían dicho "cara a cara" que no se soportaban. Ha llegado el momento de decir que nos vemos el 26-J; lo otro sería casi peor.

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