Fragilidad

La sorpresa ayer hubiera sido que se hubiera mantenido la duda sobre la Semana Santa sin procesiones en la calle

15 de marzo 2020 - 02:30

Sevilla estaba preparada, psicológicamente al menos, para una Semana Santa sin pasos en la calle, sin sillas en la Campana y sin turistas llenando hoteles y bares. Ha sido la conversación de estos días allá por dónde fueras con una mezcla de tristeza y resignación. Cuando ayer se confirmó, nadie se llevó una sopresa ni hubo otra cosa que comprensión social en una ciudad adormecida por la cuarentena y casi sin vida en las calles. La sorpresa y lo incomprensible hubiera sido seguir manteniendo la duda en el actual estado de cosas. No tenemos una Semana Santa igual desde 1932 y 1933, años en el que, en uno de los episodios más manipulados y tergiversados de la historia reciente de Sevilla, las hermandades decidieron quedarse en las iglesias para mostrar su desacuerdo con las nuevas autoridades republicanas y sólo la Estrella, en el 32, se atrevió a sacar sus pasos a la calle.

Pero no removamos el pasado ni despertemos fantasmas. En esta ocasión no será por una tormenta política. Será por algo objetivamente más grave: una crisis de salud pública que no tiene precedentes en las últimas décadas. Lo que demuestra esta crisis es que la fragilidad preside todos los aspectos de nuestra vida. Cosas que se daban por sólidas y permanentes se desmoronan delante de nuestros ojos de un día a otro, incluso de un minuto a otro. Apliquémoslo a Sevilla. Un año sin Semana Santa será una herida en el alma de la ciudad, pero se superará en apenas un año y el que viene la cogeremos todavía con más ganas. Pero lo que nadie va a revertir es el desastre económico que va a suponer para la capital. Hay mucha gente que tiene en las fiestas de primavera una parte muy importante de su plan de vida para todo el año. Eso se va a traducir en más paro y menos riqueza.

De paso, nos vamos a dar cuenta de que el turismo no puede ser la panacea económica de una ciudad de la dimensión de Sevilla. El turismo es fundamental, pero tiene que completarse con otras fuentes de ingreso. Hay que reconocer que en la promoción turística de Sevilla se han hecho las cosas bien. Pero en no diversificar nuestras fuentes de ingresos nos hemos equivocado. Esta primavera se va a ver en Sevilla que el turismo es un sector de una enorme fragilidad sometido a todo tipo de avatares de imposible control.

Ahora lo que conviene es pensar en las personas, en su seguridad y su protección, y pasar este bache lo antes posible, sin olvidar para el futuro las lecciones de la primavera de 2020. La Borriquita volverá a bajar por la rampa del Salvador y Sevilla lo volverá disfrutar como siempre.

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