Julián Aguilar garcía

Abogado

Gracias

Suele haber muchos más motivos para el agradecimiento que para lo contrario

Imagínese que llega usted una mañana a su oficina, despacho, lugar de trabajo o casa, y encuentra un ramo de flores o una caja de bombones con una nota que indica que es para usted. Por supuesto, los bombones engordan y las flores pueden despertar algún tipo de alergia, de acuerdo, pero como regla general, cuando a uno le regalan lo uno o lo otro, la sensación es de satisfacción. Y, por consiguiente y como animales curiosos y, permítanme el optimismo, agradecidos que somos, querríamos saber quién nos lo ha regalado para poder expresarle nuestra satisfacción y, como digo, agradecimiento.

Cuando despertamos por la mañana es probable que tengamos algún motivo para el enfado o la angustia: hay que cumplir tal o cual tarea, el cliente está esperando que le mande algo, el proveedor no ha cumplido y me impide a mí cumplir, toca pagar IVA y retenciones y no tengo caja para hacerlo, mi hermano o mi cuñado es un cretino sin solución -aclaro que esto último es una licencia literaria que no me aplica-, mi equipo ha perdido una vez más y parece que este año tampoco conseguirá nada relevante, los hijos no siempre dan satisfacciones..., lo que quieran, la lista potencial es casi infinita.

Y sin embargo, en todos esos casos, y en cualquier otro supuesto que se nos pueda ocurrir, como en el caso de las flores o de los bombones, suele haber más motivos para la alegría y el agradecimiento que para el enfado o el rencor. Me parece evidente y, sin embargo, creo que no es así como suele ser percibido.

Vaya por delante que quien suscribe tiene las mismas dificultades que cualquier otro hijo de vecino para cumplir sus obligaciones, para no vivir angustiado pese a la voracidad creciente de las múltiples autoridades tributarias y a lo menguante de nuestra economía, pese a las incertidumbres de la existencia, pese a la zozobra de ver crecer a los hijos sin saber si serán felices, pese a que el VAR siempre beneficie a los mismos, pese a que los médicos insistan en que hay que perder peso y tomar más brócoli y agua que queso y tinto, pese a que nuestros conciudadanos voten con lo que dicen que es el corazón y no con la cabeza y así nos va.

Pero aun con todo lo anterior y aun con mucho más que no he enumerado por razones de espacio y porque intelligenti, pauca, lo cierto es que creo que suele haber muchos más motivos para la alegría y el agradecimiento que para lo contrario. Que sí, que los bombones engordan y la vida puede ser dura. Pero los unos y la otra son un regalo, nada podemos hacer por garantizarnos que mañana tendremos otro ramo de flores u otro amanecer. En nuestra mano está verlo así y agradecerlo a Dios -quien crea en Él- o a una conjunción de azares cosmológicos puramente aleatorios -los demás-, vivirlo con alegría -no es fácil- y hacer que ese regalo merezca la pena, valga para algo, mejore a los demás y a nosotros mismos.

Si no lo ven como yo, lo entiendo. Yo mismo discrepo de mí muchos días. Pero, por favor, los tristes y desagradecidos, manténganse lejos.

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