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Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Habla la estulticia

El racismo y la discriminación de la mujer son cosas tan serias que no merecen estas estupideces

Racificación, palabra no reconocida por la RAE, alude a la discriminación positiva por raza. Tiene tantas variantes -chinificación, arabificación, colorificación (para evitar negrificación)- como razas haya. Y racializada, la palabra puesta de moda por la dimisión de la directora general de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico-racial "para que haya una presencia visible de mujeres pertenecientes a colectivos racializados", alude a las personas que sufren discriminación por su raza. Son formas tontas de referirse a cuestiones de la mayor importancia. Pocas cosas más repugnantes y con más terrible pasado que el racismo. Por eso combatirlo exige la mayor seriedad. En principio deberían bastar la Constitución, las leyes y la educación en valores. Pero supongamos que el racismo crece en España como lo está haciendo en muchos países europeos y que ello obligara a crear departamentos oficiales que se ocuparan de la cuestión. ¿Es necesario para ello emplear esta jerga que oscila entre lo pedante y lo ridículo? La cuestión es tan seria que merece la mayor seriedad.

En cosas serias no caben las tonterías. Ni en las referidas al racismo ni en las que lo hacen a otras formas de segregación. El machismo, por ejemplo. El Pleno de la Real Academia Española ha aprobado este jueves un informe contrario a adaptar el lenguaje inclusivo en la Constitución, según tontamente le pidió Carmen Calvo. Irene Montero, que va a dar tardes de gloria, ha tenido que rectificar su tontería del Consejo de Ministras tras ser informada de lo que todos, menos por lo visto ella, saben: que no es gramaticalmente aceptable hablar de Consejo de Ministras si en él hay ministros y ministras. Porque ya no se trata de eliminar el uso genérico del masculino gramatical para referirse a colectivos formados por hombres y mujeres, sino de inventarse un uso genérico del femenino.

Lo mismo podría decirse de otras imbecilidades o disparates recientes como afirmar que "la heterosexualidad es peligrosa" (P. B. Preciado, El País, 25-11-19) o considerar, como hace la recién nombrada directora del Instituto de la Mujer, que la heterosexualidad "no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino una herramienta política y social" para "subordinar las mujeres a los hombres". Con lo cual, al negar a la heterosexualidad su carácter natural, asume la misma postura de quienes consideran antinatural la homosexualidad.

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