La tribuna

juan A. Aguilera Mochón

Homeopatía: lo malo, lo feo y lo bueno

LA homeopatía se basa en dos supuestos: el de que "lo similar cura lo similar" y el del poder de las grandes diluciones de los principios activos. Al primero alude el prefijo homeo: lo que causa determinados síntomas, a bajas dosis puede curarlos (¡aunque las causas sean otras!). Puede tratarse, por ejemplo, de un tóxico. Nada que ver -contra lo que a veces se escucha- con las vacunas. La hipótesis carece de pruebas, es una fe en la magia simpática que establece una ligazón entre cosas o fenómenos parecidos pero dispares, sin relación lógica entre sí.

Respecto a las enormes diluciones de los preparados homeopáticos, digamos que a veces equivalen a disolver en el Pacífico un poco del principio activo antes de tomarse un trago, por lo que en éste, muy probablemente, no entra nada del principio (por eso, no confundir con la fitoterapia). Ante esta obviedad demoledora, los homeópatas argumentan ¡que el agua guarda memoria de lo que tuvo disuelto! ¿Cómo lo hace, y por qué sólo memoriza lo que interesa, y no tiene, por ejemplo, recuerdos fecales? Aquí no llega ni la teoría ni las pruebas: más magia, por la que cosas que estuvieron en contacto siguen influyéndose una vez separadas. ¡Y el efecto persiste aunque ya ni esté el agua!, como cuando se trata de gránulos. Lo que sí llevan en muchos casos los preparados es lactosa, sacarosa y/o alcohol.

La ausencia de principios activos es responsable de la proclamada inexistencia, en la homeopatía, de efectos secundarios. Claro, ¡y de primarios! Pero cuidado, que en un reciente estudio sobre la inocuidad de la homeopatía se han recogido más de mil casos de "efectos adversos", directos (por dilución insuficiente de un tóxico) o indirectos (sobre todo, por abandono de la medicina seria), incluyendo algunas muertes. Poco frecuentes, por fortuna.

¿Cómo es posible que a veces la homeopatía parezca funcionar? Pues por la acción paralela de terapias de verdad, porque muchas afecciones remiten de forma natural y por el efecto placebo. Los meta-análisis de estudios clínicos indican, en conjunto, que no hay un efecto claro más allá del placebo, y así lo reconoció el Ministerio de Sanidad en 2011. Este efecto parece muy apreciado por los pacientes gracias a la atención personal: en esto, todo un aviso a la medicina seria.

En definitiva, estamos ante una seudociencia, un absurdo que podría tener gracia en una velada patafísica. Sin embargo, como el tomar agua, azucarillo y, no aguardiente, pero sí un poquito de alcohol (esto es, aguachirri o gránulos dulces a precios de Dom Perignon y caviar Beluga), parece inocuo, se permite la venta. Hasta hace poco, sin regulación. Ya en 2012 se consideraron doce "medicamentos homeopáticos", eso sí, si indicaban su "ausencia de indicación terapéutica". Téngase en cuenta que la multinacional francesa Boiron, principal fabricante de productos homeopáticos, pagó en 2011 doce millones de dólares en EEUU para evitar una demanda por publicidad engañosa. Si este (des)control ya era malo, ahora Sanidad ha iniciado un vergonzoso proceso de regularización para que todos los productos homeopáticos -miles- se puedan vender como medicamentos ¡sin que tengan que demostrar su efectividad!

A pesar del consentimiento de Sanidad, la venta de productos homeopáticos en las farmacias como si de verdaderos medicamentos (los sometidos a criterios muy rigurosos para probar su eficacia) se tratara, constituye, en mi opinión, un fraude. Fraude apoyado por aquellas universidades españolas que ofrecen estudios homeopáticos, en general financiados por Boiron. Salvo honrosas excepciones, los estudiantes de Medicina y Farmacia reciben una preparación muy pobre frente a las seudociencias y, en particular, frente a la homeopatía. Sólo así se explica que (apoyadas por la deplorable legislación) casi todas las farmacias no sólo vendan, sino promuevan, el consumo homeopático, primando el negocio sobre el cuidado de la salud de los clientes.

Todo lo anterior se mueve entre lo malo y lo feo, ¿dónde está lo bueno? En el compromiso con la verdad y el bien público de algunos investigadores, profesores y farmacéuticos, y de colectivos como el Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina, la Organización Médica Colegial (menos clara) y las asociaciones de "escépticos". Estas últimas han convocado mañana, frente al Ministerio de Sanidad, una protesta que incluirá un suicidio: algunos pondrán a prueba el efecto del Sedatif, supuesto somnífero homeopático, tomando una gran sobredosis.

Pero mientras la ley no nos ampare, más vale que lo bueno lo aportemos los ciudadanos, no dejándonos engañar con la homeopatraña, sino empleando nuestra inteligencia en bien de nuestro bolsillo y nuestra salud.

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