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LA economía del ERE suma y sigue. Anuncio de cierre de la fábrica de Flex en Alcalá de Guadaíra y extinción del empleo de sus 68 trabajadores. Otro centro de producción industrial nacido en el desarrollismo posterior a la posguerra, que es liquidado en la globalización para ser deslocalizado a países con salarios más bajos. En cambio, la tienda de Flex en la rutilante esquina de la Plaza de Cuba, uno de los enclaves más chic de la ciudad, es el símbolo de la economía que somos: vendemos lo que otros fabrican, consumimos lo que otros nos venden. Hasta que se acaba el crédito que nos mantiene en la quimera del bienestar perdurable.

La familia March, poder fáctico en las finanzas, entró este año en el accionariado de Flex, compañía española líder en colchones, camas y somieres. Mediante capital riesgo domina un 26% de las acciones de una empresa que facturó en 2010 un total de 230 millones de euros, un 5% más que el año anterior. El 70% del beneficio de la empresa procede del extranjero. Tiene fábricas en el Reino Unido, Portugal, Chile, Brasil y Cuba. Y está en marcha otra fábrica en Brasil mediante la inversión de 15 millones de euros. En la empresa zaragozana, cuyo consejero delegado es Rafael González Beteré, y cuya marca forma parte de la crónica sentimental de España, sobra la fábrica sevillana porque el negocio ya lo tiene montado de otra manera y no necesita de obreros españoles. Le interesan como consumidores que se gasten sus ahorros o el subsidio de desempleo.

El término municipal de Alcalá de Guadaíra es el corazón industrial de Andalucía. De la economía real cuyo suelo se va despoblando. A ver quién compensa con nuevas fábricas, y qué plazo de tiempo tarda, los desempleos de Roca, los de Flex y los de otras empresas que ya se entendían como de toda la vida... El modelo de generación de riqueza está fuera de juego, las grandes fortunas españolas son apátridas, y en el juego de la economía global somos un territorio prescindible. Como la fábrica de Flex.

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