¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Por qué no empezamos por RTVE?
Desde mi córner
DIEZ partidos y un solo gol no justificaban el gasto de nueve millones de euros que el Liverpool pagó al Celta por Iago Aspas. La Premier no le resultó como esperaba, pero este futbolista tiene el duro y la posibilidad, por ende, de cambiarlo en el momento más inesperado. Entre los inventores del fútbol no encajó este gallego, la paciencia no afloró por Anfield y ha tenido que ser el Sevilla el que se haya visto beneficiado.
Porque da la casualidad de que el Sevilla ha dado con uno de esos futbolistas capaces de desatascar un partido. Tiene calidad y sólo falta que su desparpajo natural se alíe con el mínimo de confianza en sí mismo que se necesita para saltar a un campo de fútbol con ciertas garantías de éxito. Pero hasta ahora contaba con el hándicap de ser el tercero en el escalafón de puntas del plantel sevillista. Bacca era intocable y ni siquiera las dudas sobre Gameiro jugaban a su favor.
Y aunque su tarjeta de visita en la eliminatoria con el Sabadell fue de un brillo espectacular, este gallego del Morrazo no salía del banquillo apenas. Pero hay que insistir en que lo difícil en esto es poseer el duro y un tipo que ha hecho más de doscientos goles en su carrera merece ser esperado. Su consagración como futbolista del Sevilla se hizo esperar, y llegó, al fin, en la noche del domingo mediante una gran actuación y un gol que puede valer su peso en oro y brillantes.
Su movilidad habitual estuvo acompañada por el remate, pero la suerte no se le apareció hasta que en el ambiente flotaba con serios argumentos la fuga de dos valiosos puntos. Le faltaba a Iago Aspas un dato como el de su salvador zurdazo en la noche del domingo para entrar de pleno derecho en el particular devocionario sevillista. Ya está Aspas en el sitio que Nervión le reservaba; ahora sólo falta que no devuelva orejas tan bien cortadas como las del domingo frente al Espanyol.
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