La UE y el aborto: sin conciencia

19 de diciembre 2025 - 03:07

El Parlamento Europeo aprobó el pasado miércoles una resolución no vinculante en la que se plantea la creación de un fondo comunitario para ayudar a las mujeres que no tienen acceso a abortos seguros en su país de origen. Los eurodiputados pidieron a los países que ponen límites al aborto libre que reformen sus leyes y políticas en línea con las normas internacionales de derechos humanos. En la resolución también se reitera la petición de incluir el derecho al aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la UE.

Es especialmente siniestro que se apele a los derechos humanos para justificar que se mate a los fetos. Y que se pretenda incluir el derecho al aborto libre sin causa terapéutica en la Carta de Derechos Fundamentales de la UE. Es especialmente repugnante que, tras la aprobación, se felicitaran felices como si el fracaso de la educación sexual, ignorar irresponsablemente los eficaces métodos anticonceptivos y utilizar el aborto como un bárbaro regulador de la natalidad fuera un triunfo de la racionalidad, el progreso, las libertades y los derechos humanos. Si tuvieran un mínimo de conciencia lo aprobarían con pesar, como el modo traumático de asumir este fracaso y darle una salida.

El problema es que no tienen conciencia. Como se demuestra en que mienten. No se trata de decidir sobre el propio cuerpo, sino de matar otro cuerpo que se está gestando en el suyo. No se trata de elegir la maternidad, porque eso corresponde al uso de los anticonceptivos. No se trata del progreso de la ciencia, sino de ignorar los medios que ofrece para regular la natalidad y la información que da sobre la individualidad biológica del feto. No se trata de una conquista progresista, sino de un triunfo del consumismo, como denunció Pasolini hace medio siglo en sus históricos artículos Estoy contra el aborto y Réplica contra el aborto, publicados en Il Corriere della Sera el 19 y el 30 de enero de 1975: “Estoy traumatizado por la legalización del aborto, porque la considero una legalización del homicidio [que conviene al poder del consumo]… Que la vida es sagrada es un principio más fuerte todavía que cualquier principio democrático”. No me escudo tras él. Coincido con él al igual que lo hago con la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea.

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