Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Indigentes

LO sé, el personal iba a ver cómo caía en los candelabros ridículos Sofía Mazagatos. Y Antena 3 la fichó porque la ex novia de González de Caldas mantiene esa pinta de mosquita muerta con lagunas académicas que finalmente confirma cada vez que baja la guardia. Pero en Invisibles se tomó el encargo muy en serio y no fue la que patinó más en este experimento socioilógico de convertir en indigentes a tipos, digamos, normales. A la gente le gusta jugar a ser pobres, a ser bohemios con el cielo como techo y la artitris como capucha. Lo excitante es imaginar que se está a sotavento y después marcharse de puntillas a la camita, a enrocarse de gustito, mientras caen los goterones en la acera. Es la filosofía del reporterismo actual, acercanos con la lupa a las costras de los demás, para consolarnos con las hierbas de nuestra existencia. Miguel Temprano, contertulio de piel de pergamino, estaba encantado con su devenir por las intemperies malagueñas, tan chulo como si estuviera toreando en DEC, pero la vida irreal de la calle es más dura que la de un plató.

Los de Invisibles han comprobado que somos esquivos con los mendigos. Y en general con cualquier desconocido. El binestar nos ha creado así. Nos gustan los peluches, las mantas y el algodón dulce. Por eso, en la mentirijilla de la televisión, nos gustan las navajas, la bronca, el malestar del otro. Estos indigentes superaron en audiencia al estreno de las chocholocos y otras chicas del montón de I love Escassi, en Telecinco. A golpe de zapeo íbamos de un extremo a otro del universo telerreal. Lo de Escassi, versión hispana y heterosexual de aquella Duda de Tila Tequila de la MTV, es la plataforma perfecta para que busquen la fama efímera esas chicas dispuestas a tirarse de los pelos (de la cabeza, claro).

Lo del maratón solidario andaluz fue eso: un empacho de horas en una gala cortita con sifón y a lo justo.

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