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La ciudad y los días

Carlos Colón

Indignados, vándalos y borrachos

LLAMARLE explosión social a lo que está sucediendo en Londres, y se está extendiendo a otras ciudades del Reino Unido, parece un recurso bienpensante nacido del desconcierto o hasta del miedo. Darle un nombre fácilmente comprensible a un fenómeno que no sólo se circunscribe al Reino Unido permite tranquilizar las conciencias personales azuzando la mala conciencia colectiva; y establecer la tranquilizadora racionalidad de la relación causa-efecto que crea la ilusión de soluciones parciales. Desgraciadamente al no tratarse únicamente de una explosión social, al no deberse únicamente a situaciones de marginación económica o racial y al no tratarse únicamente de un estallido de los humillados y ofendidos, actuando sobre las causas parciales y hasta no reales del conflicto no se le pone fin ni se le da solución. Todo lo más se adormece; sin caer en la cuenta de se está tratando la cuestión como a un enfermo terminal sobre el que no se puede actuar más que con opiáceos, desistiendo de sanarlo al ignorar el origen de la patología.

Es muy duro -hasta terrorífico- para las autoridades y la sociedad admitir que entre las muchas causas que explicarán algún día estos hechos no figuran en los primeros lugares las que han alentado tradicionalmente las revueltas de los desesperados contra sus opresores. Lo de Londres no es, ni de lejos, un 14 de julio de 1789 o un 17 de octubre de 1917. Aquí no hay reyes absolutistas o zares de un lado, un pueblo oprimido de otro e ilustrados o bolcheviques en medio, dando contenido ideológico y organización política a la rabia generada por la opresión. ¿Cómo actuar frente a acciones que no persiguen objetivos políticos o sociales concretos a través de idearios que orienten y organicen sus acciones; frente a un gamberrismo, vandalismo y pillaje trufado de una radicalidad antisistema que parece -hasta en su apariencia- un brote de ciega furia de populacho medieval? ¿Acertarán al final las profecías apocalípticas de Mad Max o La carretera de Cormac McCarthy, que anunciaban futuros neo bárbaros?

No nos engañemos. Cada vez que se celebra una victoria futbolística en Barcelona la fiesta termina en saqueos, pillaje y vandalismo. 400 turistas borrachos, sobre todo británicos, se enfrentaron en una batalla campal a la Policía en Lloret de Mar hace unos días. Los autollamados indignados están preparando acciones gravemente ofensivas para los católicos en "protesta" por la próxima visita del Papa; escudándose, mintiendo, en el gasto público que supondrá. Las causas de estas acciones son complejas. Su nombre, en cambio, es simple: gamberrismo.

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