Jugar andando no está al alcance de cualquiera, pero resulta muy complicado coger al rival descolocado. Es la forma de jugar del Betis, que viene de cuando Enrique Setién era el entrenador. Una forma de jugar que tiene sus ventajas y bastantes inconvenientes, pero que parecía haberse paliado en cierta medida de la mano de Pellegrini. Claro que estaba tan arraigada la cosa en la filosofía de juego del equipo que a veces resurge.

Y resurge en momentos tan inoportunos como lo fue el domingo en Elche. Con el calendario inmediato que tiene el cuadro bético, la cita de Elche pintaba ideal para hacerse con todo el botín. Aunque allí ha caído algún que otro peso pesado, el lugar parecía adecuado para ganar, pero el Betis no supo aprovecharlo. Se ha puesto el acento en las claras ocasiones desperdiciadas, especialmente una de Canales y una desmañada contra protagonizada por Juanmi al final.

Para mi leal saber y entender, al Betis le perjudicó el ritmo que impuso, demasiado premioso y sin dar opción a coger de revés al contrario. Eso da pie a una falta de verticalidad que provoca que el rival vaya viniéndose arriba. Tampoco ayuda lo de escorar a Canales, ya que el cántabro es más eficiente jugando de cara, por detrás del balón, que teniéndose que dar la vuelta. Otra cuestión es que no esté en su mejor momento del curso, pero eso es un peaje del que nadie se salva.

Insistir en lo mal que se defiende los flancos es machacar en frío y no merece la pena, pero el domingo le volvieron a hacer sangre al Betis por la nula vocación defensiva de sus laterales. En fin, que dilapidó la cita ilicitana y que ahora tiene tres compromisos caseros consecutivos con el todavía líder abriendo la función. Un líder que lleva bramando del arbitraje desde el mismo domingo y ya sabemos cómo cuando un grande brama qué consecuencias acarrea. ¿Hay que explicarlo?