Las dos orillas
José Joaquín León
Noticia de Extremadura
LA guerra de los Rose concluye con el abogado interpretado por Danny De Vito aconsejando a los espectadores que, en el caso de vivir el trance de dinamitar su relación sentimental, sean "generosos con el otro", que lleguen a un buen acuerdo. "A fin de cuentas, es su vida". Nuestra vida, la de cada uno. No la del otro. Hay situaciones de carácter mortal para el espíritu que obligan a la pronta resurrección del ánimo como un divorcio. Un trance que hay que superar de la manera menos traumática porque es un cuchillo que siempre deja cicatriz.
En estas páginas finales de este periódico hemos relatado divorcios imprevistos, separaciones sonadas y realmente pocas rupturas que se salden de forma amistosa y sonriente por ambas partes. Entre los divorcios más catastróficos relatados en el último lustro se encuentra el de la actriz Lydia Bosch y el arquitecto Alberto Martín. Lo que parecía una de las relaciones más idílicas del panorama revistero, de portada de colorines, se ennegreció en unos meses y la relación terminó retorciéndose con altas dosis de toxicidad, incluida una denuncia por abuso de menores contra él por la hija de Lydia de su matrimonio anterior con Miki Molina.
Bosch (cuyo apellido real es Boquera) y Martín lidian con la crisis inmobiliaria porque aún no han vendido las propiedades que tienen en común y hace unos días el arquitecto abandonaba, por dictamen judicial, su estudio profesional ya que ocupaba el piso de soltera de su expareja, un apartamento que disfrutaba por un alquiler irrisorio para irritación de ella.
Aunque la actriz haya regresado a los platós y haya pisado firme alguna alfombra roja, estos años de un divorcio tan telúrico le pasan factura en lo personal y, por tanto, en lo profesional. El envenenamiento de esa separación demuestra que no es una buena opción echar más leña al fuego del resquemor hacia el otro.
No hay divorcios tan amistosos que se resuelvan como si no hubiera sucedido nada, pero nunca merecerá la pena dañar al otro en una espiral que se enrosque hacia la obsesión. La generosidad, la empatía, ponerse en el lugar del otro, siempre serán los mejores aliados para meditar una ruptura (de cualquier tipo) y su mejor resolución.
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