¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La Macarena, Franco y el río del olvido

Muchos echan de menos una mayor resistencia legal a las absurdas imposiciones de la Ley de Memoria

Turistas contemplan la basílica de la Macarena.

Turistas contemplan la basílica de la Macarena. / DS

CUENTAN que Ramón de Carranza era de las pocas personas que se atrevían a contarle a Franco los chistes que sobre él circulaban. Es por eso que le invitaba a esas monterías del régimen que Berlanga tan magistralmente parodió en La escopeta nacional. Uno de estos chascarrillos bien pudo ser aquel que diu que el Generalísimo visitó Sevilla con su ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín-Artajo. En el momento en que el dictador y su subordinado recorrían en descapotable la Avenida, las masas empezaron a gritar enfervorecidas: “¡Franco-Artajo!”. Entonces, un peatón, trasunto politizado de Oselito, el popular personaje creado por Martínez de León, preguntó: “¿Y por qué ar Tajo y no ar Guadalquivir, que está aquí al lado?”

De alguna manera, el sanchismo y algunas hermandades están intentando arrojar a Franco al Guadalquivir, que actúa aquí como el mítico río Leteo de los antiguos, uno de los que corren por la geografía infernal del inframundo y que tiene la siniestra virtud de borrar la memoria de todos aquellos que tocan sus aguas. Lo último –lo contó en estas páginas Carlos Navarro Antolín– es eliminar el nombre del dictador de una placa que hay en la fachada de la basílica Macarena, que hace referencia a su presencia durante la coronación canónica de la Virgen de la Esperanza en 1964. Un hecho completamente cierto y documentado.

Hermandades como la Macarena existieron mucho antes de Franco y seguirán existiendo cuando éste ya no despierte ninguna emoción en los humanos. Sin embargo, no se puede obviar la historia, lo que fue cada uno en el pasado. El pretérito se puede condenar, justificar, glorificar, dejar que te atormente... pero nunca olvidar drásticamente como si se hubiese bebido el agua del Leteo.

El mundo, decía Jefferson, pertenece a los vivos, y la hermandad de la Macarena es de sus actuales hermanos, los que colean. Pero si se presume de ser una corporación señera se tienen que asumir las decisiones que en su día tomaron los antepasados. No aplaudirlas, sino asumirlas. Y la conexión de la Macarena, como tantísimas otras hermandades, con eso que se ha llamado el franquismo (un concepto absolutamente simplista) fueron amplias y profundas. Y sus razones tenían. Lo cierto es que muchos echan de menos una mayor resistencia legal a las imposiciones de la Ley de Memoria Democrática (sic), como este absurdo borrado de la historia de la basílica. Todo lo cual no significa que se niegue Pico Reja, ni los crímenes de aquellos años, ni que no se pida que excaven todas las cunetas, ni que no se exija que los historiadores (no los aficionados) hagan su trabajo con rigor y sin subvenciones interesadas.

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