Sueños esféricos

Juan Antonio Solís

jasolis@diariodesevilla.es

Manchester City-Sevilla, un club-Estado contra un club-manicomio

En la Supercopa europea se van a confrontar dos conceptos antagónicos del extraño fútbol moderno

EN el puerto de El Pireo, el próximo 16 de agosto, se van a enfrentar por la Supercopa de Europa dos clubes de dos mundos. Y no sólo por la diferencia de potencial deportivo y sobre todo económico. También por las clamorosas diferencias en el pasaporte genético de uno y otro. Se van a confrontar dos conceptos empresariales. Uno lo encarna el Sevilla Fútbol Club y fue acuñado cual moneda en los noventa, cuando la gran mayoría de las sociedades deportivas fueron forzadas a transformarse en sociedades anónimas. Y otro concepto de nuevo cuño, el de club-Estado, lo enarbola el City a la altura del PSG. Entes reinventados por una torrencial lluvia de millones provenientes de algún magnate que tiene el dinero por castigo bíblico y que casi se diría que no sabe cómo quitárselo de encima.

Mientras Pepe Castro y Del Nido Carrasco aparecen tras cada partido en el vestuario para dar palmadas a los jugadores, de felicitación o de consuelo, el jeque Sheikh Mansour veía el sábado en Estambul a los citizens por segunda vez desde que compró el club en 2008. La primera fue en 2010, en un partido ante el Liverpool. Trece años como trece soles se ha llevado sin echarle un ojo a esos once señores vestidos de corto. Y está por confirmar si les dio algún tipo de palmadita en el vestuario por su primera corona continental o si un emisario transmitió a Pep Guardiola y sus chicos que el jeque –su fortuna se estima en unos 130.000 millones de euros, céntimo arriba o abajo– tratará de acortar a un lustro su próxima y magnánima presencia.

A un lado del terreno de juego del Georgios Karaiskakis, un club-Estado en el que cabe una sola opinión a miles de kilómetros y las obscenas deudas permanecen en un cajón; al otro lado, un club-manicomio, que lo mismo es una locura de disfrute, que a la semana siguiente recuerda su naturaleza fracturada y es una locura de rencillas entre accionistas, o entre consejeros y cualificados ejecutivos; y cuántas opiniones caben en él...

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