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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Manifestaciones y pasos

La práctica totalidad de los hermanos mayores han sido más responsables con el Covid que Sánchez o Montero

Aunque hace ya muchos años que estuvimos debajo de un paso de Semana Santa, durante nuestra gallarda juventud costalera, no son los suficientes para haber olvidado que no es el lugar más adecuado para estar durante una pandemia. En general, no creemos que ningún capataz, patero, contraguía o aguador haya fantaseado con la idea de unas trabajaderas libres de Covid; ni que ningún hermano mayor haya especulado con la posibilidad de expedir papeletas de sitio a aquellos que aporten la correspondiente PCR. El mundo de las cofradías, al que se le suele acusar -algunas veces con razón- de cierto empecinamiento e intensidad en sus asuntos, ha reaccionado con bastante lógica y responsabilidad en estos tiempos del coronavirus. Es fácil renunciar a la Semana Santa cuando sólo significa quedarse sin un fin de semana de playa que puede recuperarse en cualquier momento, pero no lo es tanto cuando de lo que uno se priva es de una experiencia religiosa, familiar y cultural profundamente arraigada en el alma.

No comprendemos, por tanto, las desafortunadas declaraciones de Fernando Simón en las que dijo que siempre será más segura una manifestación que cumple con los requisitos anti-Covid que meterse, junto a una treintena de tiarrones sudorosos, debajo de un paso. Que sepamos, ninguna hermandad ha pedido permiso a la autoridad competente para sacar sus imágenes esta primavera. Las únicas procesiones que veremos en los próximos días tendrán más que ver con las del coño insumiso (tan legales como inelegantes) que con la Borriquita. Antes de decir semejante tontería, Fernando Simón tendría que haber tenido en cuenta que la práctica totalidad de los hermanos mayores, al menos los de Sevilla, han sido infinitamente más cautos y sensatos que una buena parte de los políticos españoles encargados de gestionar la pandemia, empezando por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y siguiendo por su ministra de Igualdad, Irene Montero.

Somos partidarios de que se autoricen las manifestaciones del 8-M, como lo éramos también de que se permitiesen las protestas contra la Ley Celaá, que se celebraron de forma intachable. Siempre que estas reuniones reivindicativas se hagan con las obligadas medidas anti-Covid no hay por qué cercenar un derecho tan elemental en una democracia. Y ahora dejen en paz a los capillitas con sus cultos, sus exposiciones de cuaresma y sus añoranzas, que ya demasiado tienen con llevar dos años sin los pasos en la calle como para aguantar las memeces simonianas.

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