Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Contra Mariano vivíamos mejor

La salida de Rajoy va a privar a Espadas y a Susana Díaz de un potente argumento de campaña: la culpa es de Madrid

Contra Franco vivíamos mejor. La frase la acuñó en los años en los que las ilusiones de la Transición empezaron a evaporarse para dar paso al tiempo del desencanto Manuel Vázquez Montalbán. Si queda por ahí algún lector joven que no haya disfrutado con algunas de las novelas del detective Pepe Carvalho o con alguna antología de sus artículos en Triunfo no le pesará hacer caso de esta recomendación. Con la ocurrencia sobre Franco respondía a un eslogan justo en sentido contrario que había puesto en circulación la extrema derecha nostálgica por aquellos mismos años. Con ella el genial escritor, gastrónomo y otras muchas cosas ponía de relieve una realidad tan palmaria como paradójica: con Franco se tenía un malo ideal para explicar todas las maldades, desde por qué no se hacía una carretera hasta por qué un dramaturgo de medio pelo era incapaz de estrenar y así hasta el infinito. Lo mismo valía para un roto que para un descosido y era ideal para ocultar detrás de ella y de lo que representaba la propia ineficacia o la mediocridad más insoportable.

Hagamos la oportuna traslación de tiempo lugar y pongámonos en la Sevilla y la Andalucía de hoy, donde ya se miran con verdadera obsesión desde Ayuntamiento y Junta las elecciones que se nos echan encima. La expulsión, vía moción de censura, de Mariano Rajoy ha privado a Juan Espadas y a Susana Díaz de un argumento de campaña que se iba a usar como artillería pesada, tanto para desgastar al PP como para justificar errores propios: el Gobierno de Madrid nos margina y nos castiga porque no somos de su cuerda. Y eso valía para explicar desde por qué el paro está como está hasta por qué no se hace una vía del tren donde es urgente hacerla desde hace un siglo. El argumento, al que no le falta un fondo de verdad, era efectivo y barato. Además, no hay que ser un lince para comprobar que, efectivamente, en los últimos años ni Andalucía en general ni Sevilla en particular han estado mimadas por las políticas inversoras del Gobierno central.

El problema se plantea ahora en otros términos. ¿Será el ministro de Fomento Ábalos más sensible a la eliminación del peaje a Cádiz o a la línea férrea Algeciras-Bobadilla de lo que lo fue su antecesor del PP? ¿Mostrará más deseo de colaborar con la Junta en la ampliación del Metro de Sevilla? ¿O incluso la nueva ministra de Hacienda, viniendo de donde viene, accederá a todas las peticiones de mejora financiera que debería exigir el Gobierno andaluz? Se pueden hacer apuestas, pero no cuesta mucho trabajo imaginar a Juan Espadas y a Susana Díaz diciendo por lo bajini aquello de que contra Mariano vivíamos mejor.

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