Puntadas con hilo

María José Guzmán

mjguzman@grupojoly.com

Mentirijillas, verdades a medias y ‘fakes’

¿Cuál es la verdad del Estadio Olímpico? Da igual, la historia hoy se reescribe sin complejos

Dice Alejandro Rojas Marcos que la idea de hacer un megaestadio en la Cartuja en los años 90 no fue un capricho suyo. Y muchos se parten de risa. El ex alcalde andalucista, de vuelta de la política y centrado ahora en el teatro, argumenta esta negación recordando que dicho proyecto ya se contemplaba en los planes de la Expo del 92, pero finalmente se descartó y él sólo quiso recuperar una iniciativa que creía beneficiosa para una ciudad que necesitaba de nuevas ilusiones. Es más, niega que esa obra fuese la más costosa del mundo, y alega que Samaranch en su día la calificó como económica en relación a otras de esa envergadura.

Rojas Marcos tiene mucha retranca, pero cuando le pusieron delante un micrófono de radio la semana pasada, reiteró sus razonamientos: él mantiene que no es cierto que la construcción del estadio desangrase a todos, pues se aprovechó un dinero que tenía en fondo INFESA, la sociedad estatal que se constituyó para gestionar las inversiones en obras de infraestructura ejecutadas desde el Ayuntamiento para los fastos del 92. Y admite que todo eso se hubiera amortizado en muy poco tiempo si los planes de uso para este coloso hubieran funcionado. Y es entonces cuando apela a reuniones de madrugada en la Plaza Nueva, a pactos con los dos clubes de fútbol y entre las cuatro administraciones dispuestas a apretar al Betis y al Sevilla para que dejasen sus estadios.

La voluntad, según cuenta el andalucista, se torció cuando Aznar llegó al Gobierno y los criterios cambiaron y Lopera quiso hacerse el dueño de la Cartuja y hasta pintarlo de blanco y verde convencido de que el Sevilla, además, iba a desaparecer... Y aquí empiezan a sonar historias de sicarios y otras bajezas que tampoco vienen al cuento. Lo cierto, y esto no debe sorprender a nadie, es que las posibles expectativas se truncaron cuando los dos clubes se negaron a irse al Estadio Olímpico, un apellido que, según Rojas Marcos, sólo pretendía ayudar: “¿Saben el dineral que ganan (o llegan) las ciudades que compiten por los Juegos?”, pregunta el andalucista negando que su supuesta fantasía tuviera como fin último sustentar el sueño olímpico, ni siquiera albergar el Mundial de Atletismo y apunta a que las pistas debieron quitarse en el 99. ¿Fue realmente así?

Mentirijillas, verdades a medias, falsedades... Es fácil que haya de todo esto en este fallido capítulo de la historia de Sevilla que ha pasado ya a la posteridad como el antojo de un megalómano que provocó una ruina allí, al lado de la de Itálica. Es historia reciente, pero da igual, la memoria es frágil, se reescribe sin complejos y el relato que hoy trasciende tiene un titular tan potente que ¿para qué estropearlo? Es sólo un ejemplo, pasa con otros temas en Sevilla. Bastaría con ir tirando de hemeroteca, pero por desgracia el periodismo tampoco es hoy una herramienta con gran autoridad. El fracaso del Olímpico es un relato de falsas voluntades políticas y la culpa se reparte entre muchos. Hoy parece que hay intención de querer arreglarlo. Ojalá se consiga, sin fakes ni márketing barato.

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