Mercadante en la carrera oficial

Imaginen las esculturas policromadas, como estuvieron en un principio

Un par de semanas quedan para ultimar los preparativos que ocupan todo el año a las hermandades y cofradías que llevan sus imágenes en procesión a la Catedral. Todos los detalles, incluidos la cera y las flores, y todas las dificultades que suponen afrontar la organización y el llevar a buen término el paso por la carrera oficial de todas y cada una de las procesiones sevillanas. La instauración de la carrera oficial por el cardenal Niño de Guevara en 1604 es uno de los momentos esenciales de nuestra Semana Santa, al establecer normas para lo que desde siglos atrás cada hermandad disponía por separado y desde ese momento quedaba organizado señalando la dirección a todo lo que ha venido después. Y en ese camino estaba el tránsito por delante de la catedral. A veces pensamos en las filas de nazarenos y las imágenes en sus pasos en ciertos lugares de su recorrido. O bien a la salida o al regreso a los templos. Pero quizás los momentos de mayor solemnidad de todos los que puede gozar el público sean las del discurrir las procesiones recortándose contra los muros barrocos del Sagrario y las portadas góticas de la catedral, hasta sumergirse en ella por la puerta de San Miguel, donde se produce un primer final de lo que será el discurrir de las procesiones, que se rompe con la salida por la puerta de Palos, para anunciarnos felizmente que aún queda todo el camino de vuelta.

Recordaba todas esas circunstancias asistiendo al ciclo que sobre Lorenzo Mercadante de Bretaña y sus esculturas en la catedral de Sevilla, ha organizado días atrás la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría y en el que han intervenido los profesores y académicos Jesús Rojas Marcos, Juan Manuel Miñarro y Francisco Arquillo. Ciclo en el que comentaron aspectos históricos documentados hasta donde se puede en este personaje, aspectos técnicos de la realización de las grandes figuras en terracota y de las técnicas y criterios de conservación y restauración de las mismas. Todo lo expuesto en esas sesiones nos permite ver con nuevos ojos las extraordinarias obras del escultor que se disponen en las portadas del Nacimiento y del Bautismo, realizadas en el siglo XV, cuando se erguían en la vieja calle Génova y no se vislumbraba la carrera oficial ni mucho menos nadie pensaba en trazar una avenida al estilo de la Gran Vía delante del gran edificio para el culto. Desde ahí, sobre las estrechas calles, el escultor mostraba su pericia y dominio del barro cocido que podemos apreciar en todo su esplendor en las imágenes de San Leandro y San Isidoro. Imagínenlas policromadas, como estuvieron en origen, para poder entender el efecto de ropajes y rostros. Desde sus hornacinas contemplarán el paso de nazarenos e imágenes, testigos del arte de los imagineros y la devoción de los sevillanos, al igual que podemos disfrutar del privilegio de ver en la carrera oficial la obra de Montañés y Juan de Mesa y tantos otros, junto a las esculturas de Mercadante.

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