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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Mira, corazón, lo que has perdido

Blanco, Bécquer, Cansinos Assens, Montesinos: Sevilla como herida en el corazón del desterrado

Decía ayer que los más hermosos textos sobre Sevilla nacieron de exilios. Les ofrezco unas muestras esperando que abran boca para leerlos enteros. Entre los más antiguos está el de Blanco White evocando en 1824 a Sevilla desde su exilio inglés: "Bajando estoy el valle de la vida, y todavía se fijan mis pensamientos en aquellas calles estrechas, sombrías y silenciosas, donde respiraba el aire perfumado que venía como revoloteando de las vecinas espesuras, donde los pasos retumbaban en los limpios portales de las casas, donde todo respiraba contentamiento y bienandanza, modesto bienestar ensanchado por la alegría y por la mesura de los deseos… Heridas mal cerradas en el corazón del desterrado". Un siglo después, también desde el exilio inglés, Cernuda escribiría Ocnos.

Entre los más antiguos textos de nostalgia de Sevilla está también el de Bécquer, evocando su Sevilla en un oscuro amanecer madrileño del invierno de 1861: "Sevilla, con su Giralda de encajes que copia temblando el Guadalquivir y sus calles morunas, tortuosas y estrechas, sus rejas y sus cantares, sus noches tranquilas y sus siestas de fuego, sus alboradas color de rosa y sus crepúsculos azules, con toda la poesía que la imaginación presta a un recuerdo querido, apareció como por encanto a mis ojos, y penetré en su recinto, y crucé sus calles, y respiré su atmósfera… Y torné con mi espíritu a vivir en la ciudad donde he nacido y de la que tan viva guardé siempre la memoria".

También desde Madrid evocó Cansinos Assens a Sevilla en sus artículos publicados en Grecia entre 1918 y 1920: "En esa ciudad clara de gracia, tu alma no se hubiera cubierto de nieblas de congoja... Mira, oh corazón, todo lo que has perdido… Como los que están en un destierro, así me acuerdo de ti…. Evitamos el escuchar tu nombre y con nuestro silencio te negamos en medio de las gentes porque no queremos recordar lo que hemos perdido. Pero en el fondo de nuestro silencio, llevamos vivo tu recuerdo y en las noches radiantes, cuando las estrellas parecen gavillas de azahares, en el tiempo de la primavera, pensando en ti, no podemos contener las lágrimas".

Desde ese mismo Madrid evocó Montesinos sus años irreparables y las Madrugadas del exilio en las que la memoria escogía el camino más corto para herirle. Queden para otro día los textos de los exilios interiores de Romero Murube o Sierra, que hoy ya vamos bien servidos.

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