La lluvia en Sevilla

Músicas de la mariana villa

Ser vanguardia en la experimentación sonora es una tradición sevillana

Bastante arte, y bastante poca profesionalidad. Yo creo que así se resume lo que hay aquí". Así explicaba el productor, músico y creador Pive Amador cómo era la escena rock y punk de Sevilla a finales de los ochenta. Lo escucho en 'La Sevilla de Dogo', un reportaje salvaje que por entonces echó la 2 y me pregunto por el camino recorrido desde la Sevilla pre-Expo a la Sevilla post-Covid. Da vértigo. No soy experta, sino mera disfrutona de la indagación sonora (y artística en general) de la ciudad, que rompe y busca su propia horma expresiva, evitando humillarse ante los dictados de la industria. La cosa da para una tribuna firmada por los compañeros Blas Fernández y José Miguel Carrasco, o por David Linde, que durante este agosto ha repasado en Radio Sevilla el linaje revolucionario y la potencia creativa actual de las "Músicas de la Mariana Villa" (y al que le siso, como ven, el título). A lo sumo me atrevo a susurrar algunas hipótesis sin conclusión.

El nervio creativo de esta ciudad no duerme. A pesar de los tiempos y la usura, lo sonoro vibra a su aire electrificado. Aún se siente, en propuestas estéticas muy dispares, ese espíritu indómito que alumbró el Manifiesto de lo borde, las ganas de ser libres, abrir brecha y ser verdad. Ahí están las propuestas de Bronquio, jerezano en Sevilla; Fiera, el concepto y la práctica dj audiovisual de Los voluble o el sevillanismo infernal de Tridi Puñema. Me pregunto si a quienes buscan nuevos sones les pesa la tradición: no la del flamenco o la música de semana santa, que nuestro underground clásico metabolizó prodigiosamente, sino la tradición de ser vanguardia, válgame la contradicción. Quizá pesa lo difícil que es ser hijos putativos de Triana, Silvio o Kiko Veneno, que eran prodigios con alas y raíces. Hay quienes logran que la herencia no se les troque en secuela. Y aún más: consiguen hacer algo nuevo. Pienso en la utrerana Maui, en Cristian de Moret -no paro de escucharlo- o en Pájaro, que desciende directamente de la pata de Silvio. ¿Cómo andamos de profesionalidad y calidad? Desde Sevilla surgen propuestas curradas como las de Chencho Fernández o Álvaro Suite -ca uno en su cauná- y otras que me saben a bluf, o que son para pasárselo bien, punto, que es un digno propósito. Bienaventurados quienes no quedan para ensayar sino para tocar despreocupadamente, de ellos será el reino de la posibilidad. ¿Y qué salidas tiene la brutal energía sonora de Sevilla?, ¿cómo sobrevivirán los grupos en los tiempos de la pequeña bestia?, ¿gozará alguna vez del arte de Miguel Bueno el resto de la Humanidad? Buena noticia: aquí aún se disfruta creando. Y ni en diez columnas me cabría la nómina de artistas que componen la banda sonora de la mariana villa. Mala noticia: la de siempre.

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