La ventana

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

Nadie supo reemplazar a Sabrina

Treinta años ya de que no esté con nosotros la gran diosa del glamour más auténtico, aquella Audrey Hepburn que nos enseñaba Roma a la grupa de la Vespa de Gregory Peck, la angelical Sabrina que iba y volvía de Humphrey Bogart a William Holden, la extravagante Holly que hacía babear a José Luis de Vilallonga en Desayuno con diamantes antes de caer en los brazos de George Peppard. Treinta años ya de la ausencia de la que posiblemente haya sido símbolo principal del amor en su versión platónica. Aristócrata de cuna, el sello era tan indeleble que la acompañó hasta aquella última etapa en que fue embajadora de Unicef en infiernos como el somalí. Fue en su época el contrapunto a la rotundidad de Gina y de Sofía, compitió con la belleza de Liz Taylor y rompió en musa inalcanzable para una legión de coetáneos. Treinta años y ninguna la pudo reemplazar.

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