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Navíos de aviso

La vida sigue, pero cada vez son menos los faros que nos orientan y los navíos de aviso que nos informan

Más de uno piensa que es una pena no vivir dos veces para poner en práctica todo lo aprendido a lo largo de la vida. Nada más absurdo. Afortunadamente solo se vive una vez, a menos que uno crea en la reencarnación, y ni así aprenderíamos. Volveríamos a caer en los mismos errores una y otra vez, por lo que más vale dejar las cosas como están y vivir de la forma más coherente posible sin dejar cosas pendientes para un futuro que, por incierto, a veces ni siquiera llega.

El maldito Covid está dejando un rastro de muertes que difícilmente olvidaremos. Aunque esta sociedad autollamada del bienestar y del progreso ha dado sobradas muestras de prepotencia e irresponsabilidad, la realidad es muy tozuda y nos está demostrando que el ser humano y las sociedades por él creadas son mucho más vulnerables de lo que muchos piensan. Si hace un año nos hubieran dicho que pronto estaríamos sujetos a un confinamiento, que los desplazamientos no serían posibles más allá del propio municipio, que sería obligatorio el uso de mascarillas, que no se autorizarían reuniones incluso familiares de más de seis personas, diríamos que se trataba de una obra de ciencia-ficción en la que solo faltaba la presencia de seres extraterrestres que podrían haber quedado para una segunda entrega.

El destino es el camino, dice un proverbio tibetano. Siempre nos quedarán cosas pendientes, proyectos que no se pudieron llevar a cabo o fueron dejados por las circunstancias. Hace unos días falleció uno de mis mejores amigos. Bibiano Torres fue un americanista reconocido, un investigador riguroso y, sobre todo, un hombre de bien. Los últimos años iba a diario al Archivo de Indias a buscar documentación sobre los denominados navíos de aviso de la Carrera de Indias. Eran barcos que iban delante de la flota anunciando que detrás venían galeones cargados de plata para que se organizara su defensa y fuesen protegidos de posibles ataques de piratas y enemigos. Su rigurosidad no le permitía publicar para salir del paso y continuaba indagando en pos de nuevos documentos que aportar. La muerte, como los piratas, acecha y al menor descuido consigue su botín. Siempre coge a traición por muy avisados que estemos. La vida sigue, pero cada vez son menos los faros que nos orientan y los navíos de aviso que nos informan. Bibiano Torres levó ancla y navega ya por los mares del universo rumbo a lo desconocido.

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