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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Fragmentos

Juan Ruesga / Navarro

Nostalgia del futuro

En este campo estuvo el mar.

Alguna vez volverá.

Si alguna vez una gota roza este campo, este campo siente el recuerdo del mar.

Alguna vez volverá.

Miguel Hernández

LA otra tarde iba camino de casa y al cruzar por la plaza de las Mercedarias vi unos niños jugando a la pelota, en la zona enlosada, que hace años era terriza. En el espacio donde se encuentra el pequeño crucero, detrás del colegio, y que queda protegido por una hilera de árboles. El pavimento, con cintas de losas claras haciendo grandes cuadros, dibujaba un campo de juego nítido, con límites precisos. Entre el pequeño edificio blanco del colegio y la magnífica fachada de ladrillo rojo del convento de Las Salesas. Una escena sencilla, evocadora de años pasados, pero que en la actualidad se vuelve a producir en las plazas y espacios pavimentados y libres de circulación. Me alegró, porque me parecía una imagen perdida para siempre. Y sin embargo era real.

Durante un tiempo viví en una de las casas que rodean esa modesta plaza del barrio de San Bartolomé. Y años después, tras varias mudanzas, terminé escogiendo una casa cercana, dentro de los límites de la Judería. Mi hija, en sus primeros años, fue a ese colegio tras el que los niños jugaban a la pelota. Y al paso, se me ocurrieron dos ideas. La primera, que las zonas más atractivas del casco antiguo de Sevilla siguen siendo aquellas que son barrios. Alrededor de sus pequeñas plazas. Como San Marcos y los Terceros. Como San Lorenzo y la Puerta Real. Como San Juan de la Palma y la plaza de los Carros. Y tantos otros que muchos de nosotros tenemos en la memoria y quizás en el día a día.

Y la segunda idea es que quizás nos quedan buenos tiempos que vivir en esos barrios, si somos los vecinos los que decidimos usarlos y cuidarlos, como esos lugares en los que nos gustaría que se desarrolle la vida de los nuestros y la de los que vendrán después que nosotros. Hubo un tiempo en que no nos importaban las carencias porque pensábamos que vendrían tiempos que seguro serían mejores. Hoy hemos colmado algunas cuestiones, pero nos falta vivir ese futuro que tiene el tiempo actual, en el que podamos unir la sencillez de un tiempo pasado, de la vida de barrio, con la vida en una gran ciudad, llena de oportunidades de todo tipo.

En pocas palabras, intentar ser fiel a nuestro tiempo y coherente con nuestra historia. Saber que formamos parte de una sociedad muy concreta, la Sevilla de los primeros años del siglo veintiuno, con todo el dinamismo que los tiempos requieren y el arraigo a una ciudad y una forma de vida que permite saludar a las personas que se cruzan por la calle, antiguos y nuevos conocidos, a los que llamas por su nombre. Nos ha tocado vivir un tiempo en el que las cosas no están establecidas, como antaño, en un orden fijo, en el que cada cual tenía un lugar y unas normas dictadas que seguir. Hoy debemos decidir cada día la conducta en base a nuestra conciencia, creencias y ética. Debemos estar preocupados por el cambio climático y por nuestro barrio. El espacio y el tiempo se contraen.

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