Orgía inaugurativa

29 de marzo 2011 - 01:00

DÍAS febriles los que viven los alcaldes y presidentes autonómicos. Los que se presentan a la reelección, para encandilar a los votantes del 22-M con sus realizaciones. Los que han sido retirados por sus partidos, para pasar a la pequeña posteridad municipal o regional. "Me voy, sí, pero ahí queda mi obra", pregonan a los cuatro vientos.

Hasta estas elecciones de la primavera de 2011 los ediles aceleraban las obras pendientes a fin de poder inaugurar todo lo inaugurable inmediatamente antes de los comicios. Esta vez la reforma de la ley electoral les ha recortado las alas: ayer fue el último día en que podían practicar su deporte favorito, que no es otro que el de las inauguraciones. El resultado ha sido que han inaugurado no sólo lo inaugurable. También lo que no podía ser inaugurable de ninguna manera porque ni siquiera estaba terminado.

Este fin de semana hemos visto de todo. Primeras piedras de las que se sabe fehacientemente que serán durante muchos años últimas piedras -no hay presupuesto para continuarlas-, modernos centros geriátricos a los que se lleva a los ancianos que malviven en otros centros ruinosos para que vean lo bien que van a estar en el futuro antes de devolverlos durante años a estos últimos, semáforos y pasos cebra bendecidos con una parafernalia propia de rascacielos, farolas reformadas con cartelones anunciadores que cuestan más que las mismas farolas, realizaciones urbanísticas de vanguardia que han duplicado a la vez su precio y su tiempo de construcción -y aun así no están todavía a disposición del público, fastuosos teatros instalados en pueblos que tienen ochenta veces menos habitantes que las ciudades en las que no dejan de cerrarse teatros por falta de público, infraestructuras culturales que se estrenan a mediados de semana y el domingo ya no se pueden visitar porque quedó pendiente un problema de seguridad o porque nadie cayó en la cuenta de contratar más personal... Joder, si hasta han inaugurado, en Castellón, un aeropuerto que aún no dispone de permisos de vuelo ni, por tanto, de aviones. Es para que el público disfrute paseando por sus pistas, dicen los inauguradores, algo que cuando haya vuelos no se podrá hacer. Tiene su lógica.

Existen dos teorías acerca de este frenesí inaugural que aqueja a los candidatos en celo tan dilatado. Una es que los aspirantes a alcaldes y concejales nos toman por tontos a los ciudadanos (siendo tontos un término bastante eufemístico) y por eso pierden el pudor tratando de vender estas burras inválidas de inauguraciones fraudulentas, precipitadas, ficticias o insignificantes. La otra es una variable de la primera: que nos toman por tontos y que, en la medida en que no les damos un corte de mangas general, lo somos.

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