Paso sin su Señor, Semana Santa sin Dios

Contemplad hoy y mañana el paso sin el Señor del Silencio y preguntaos si ese es el mundo en el que queréis vivir

25 de marzo 2023 - 01:45

Cuando hoy y mañana vayáis al besamanos del Señor del Silencio en el desprecio de Herodes contemplad el paso sin Él. Está el magnífico y poderoso canasto. Está Herodes alzándose levemente de su trono e inclinándose hacia un lado, con su interrogativa mirada de odio, curiosidad y miedo. Están dialogando entre sí los dos tríos: los cortesanos con su rey y los soldados romanos entre ellos. Está casi completo. Pero en este casi se juega todo. De las siete figuras que componen el misterio solo falta una. Pero de esta ausencia depende todo. Contemplad el paso sin el Señor del Silencio y preguntaos si ese es el mundo en el que queréis vivir y en el que vuestros hijos vivan.

Lo he escrito otras veces, lo he filmado: este es el único paso de Sevilla cuya incompletud da lecciones. Está tan perfectamente compuesto el misterio, hay tanto desprecio y recelo en la mirada de Herodes, son tan expresivas la mano del romano que le empuja sin tan siquiera mirarlo y la del que le hace una leve y burlona reverencia, que la ausencia del Señor es un aterrador grito silencioso. Un mundo sin Dios es como este paso sin su Señor: solo tronos que oprimen, tiranos que desprecian, cortesanos que los adulan, soldados que los defienden, espadas, lanzas, despreocupada crueldad de quien ejerce la violencia sin tan siquiera prestar atención a su víctima.

Y hay también lección para la Semana Santa. El poderío de este paso magnífico, su majestuosa perfección y su alta belleza quedan en poco, si no en nada, sin su Señor. Toda belleza, toda perfección, toda creatividad, todo arte, toda artesanía, se ordenan a Dios en nuestra Semana Santa, genial, vital y sentida passio Domini nostri Jesu Christi secundum populum. Sin Él, la hermosura es vanidad; la perfección, soberbia; las artes y artesanías, degradada idolatría que celebra, si acaso, unos groseros dioses ciudadanos. Esta fiesta que tanto queremos, tanto esperamos, tanto gozamos, tan luminosa, atrio de los gentiles que a todos acoge y a nadie rechaza, guardesa de la memoria de tantas vidas queridas, herencia preciosa que dejamos a nuestros hijos, inevitablemente se degrada, sin poder siquiera conservar su belleza, una vez que se la priva de su único sentido: Dios humanado, la unión de lo divino con lo humano que el sevillano entiende -escribió Sánchez del Arco- según su mismo dolor (y su misma esperanza, añado) en una intuitiva teología.

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