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El lanzador de cuchillos

Perreo feminista

Sí, amigos, el perreo es un símbolo de justicia social: si aún no lo sabéis, ya podéis empezar a mover el culo

Sábado a media tarde, copa con amigos en una terraza. En esto llega una muchacha bajita, delgada, con apariencia infantil, pero pintada como una puerta y subida en unas plataformas imposibles. Va acompañada de un fotógrafo profesional. La chica entra en el bar, se apoya en la barra y empieza a hacer posturitas eróticas mientras el fotógrafo dispara y la peña que toma gin-tónics en las mesas se pregunta quién será la niña que entorna los ojos y menea con desparpajo el bullarengue. Picados por la curiosidad, le preguntamos quién es y nos dice que se llama Yasiris y que es una artista de latin urban con un montón de vídeos virales y hasta una colaboración con Juan Magán, uno de los jefazos del reguetón y la movida caribeña. Cuando se marcha, seguida por el cámara y un par de groupies, nos metemos en Youtube y allí está ella, la artista aniñada, (des)vestida con lencería poligonera, pidiéndole a un chulazo petado que le dé, que le dé, en un videoclip de escenografía pornokitsch, como de fiesta con putas en un narcobúnker de la Atunara.

Recuerdo que comenté algo viejuno y casposo sobre la sociedad hedonista e hipócrita que entre todos estamos construyendo. La que banaliza el sexo y cosifica a la mujer y después, cuando la mujer es tratada como un objeto, vierte un mar de lágrimas de cocodrilo. Dije que el reguetón es machista y el twerking un entretenimiento para pajilleros. Lo que es no saber de lo que hablas, porque al llegar a casa me topé en la red con un artículo que me ha hecho despertar. Su autora es Karen Santiago, una activista mexicana, a la que debo una comprensión completamente nueva -y luminosa- de un fenómeno que -lo confieso con rubor- se me escapaba. Gracias a ella, ahora sé que el perreo es un hecho político, transgresor y feminista. Que, si bien es cierto que parte de una mirada binaria de género y reitera y materializa la heteronorma, constituye también un espacio no-normado que debemos habitar para dinamitar la hegemonía heterosexual, a través del cuestionamiento de las restricciones del uso de los placeres y el cuerpo que, por supuesto, incluye las corporalidades subversivas sodomitas, gordxs y queer.

He experimentado una epifanía, una revelación (¡cómo entiendo ahora a Miguel Lorente!); por el camino de Karen he llegado a Fannie Sosa, una artista afro-sudaka que reivindica el twerk como estrategia anticolonial. Sí, amigos, el perreo es un símbolo de justicia social: si aún no lo sabéis, ya podéis empezar a mover el culo.

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