Pintadas en San Lorenzo

Hay una 'kaleborrokilla' del spray pinturero. Grupos entre el gamberrismo y una ideología anárquica y confusa

El mismo día que se cumplían los cincuenta años de la muerte de Joaquín Romero Murube, la parroquia de San Lorenzo y otras fachadas del barrio amanecieron con pintadas. Los nuevos bárbaros de Sevilla están ahí. Colocaron un letrero, no se sabe si inconcluso, que decía La Iglesia… Estaba situado debajo del retablo del beato Marcelo Spínola. Otro detalle de ignorancia para completar el odio, ya que don Marcelo fue conocido como el arzobispo mendigo, cuando él mismo salía pidiendo limosnas para los pobres de Sevilla en tiempos difíciles. Se debe añadir que esa pintada duró poco. Avisaron al delegado de Seguridad, Juan Carlos Cabrera, que también es el responsable del distrito Casco Antiguo, quien dio órdenes para que fuera tapada. Tardaron menos que algunas ambulancias.

No hay que dramatizar, ni azuzar los odios. Todavía no estamos como en 1931, ni como en 1936. Pero en el ambiente flota un extremismo radical, con la tendencia manifiesta de resucitar los fantasmas de las dos Españas. A veces se olvida que el odio contra la religión católica estuvo en el origen de muchos apoyos al alzamiento. Algunos historiadores, más o menos neutrales, sostienen la tesis de que si el Frente Popular hubiera dejado en paz a la Iglesia a lo mejor no hubiera habido Guerra Civil. Aunque es difícil saberlo. Los nazis y los soviéticos también se estaban probando para lo que vendría después.

Eso es el pasado, aunque algunos lo confunden con el presente. Ahora existe un odio de bajo nivel, favorecido por quienes miran a la Iglesia como el enemigo ideal para presumir de progresistas. Es uno de los peligros que se intuyen en el horizonte. No en Sevilla, donde las pintadas contra el patrimonio en los templos se borran con rapidez, como ayer en San Lorenzo. Pero alguien lo pintó. Y esa es la cuestión.

Hay una kaleborrokilla del spray pinturero. Grupos radicales que se mueven entre el gamberrismo y una ideología anárquica y confusa, que han aparecido por la Macarena, por San Roque, por San Martín y por varias collaciones del casco antiguo. Deterioran el patrimonio histórico artístico, originan gastos innecesarios, asustan a las ancianas de velo y misal (si quedasen algunas), y dan por saco. Además de que aparentan una peligrosidad social muy superior a la que realmente tienen, que es ninguna. Al menos, de momento.

Permanecer atentos a este fenómeno, para cortarlo por lo sano, es conveniente y ahorrará gastos en el futuro. También es necesario que la gente tenga muy claro que no estamos en 1936, ni nos interesa volver a las dos Españas radicalizadas.

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