'Playlist' para silbar

Hace más de una década que el usuario es quien decide qué consumir, dónde y cuándo

Dicen que las playlist son el sustitutivo de las radiofórmulas. Ya nadie ajeno selecciona la música que escuchamos; ahora somos nosotros quienes elegimos las canciones que más nos gustan y al listado resultante le podemos poner una carátula, un título, e incluso intercambiarlo con otras personas. Es el mundo de hoy en día, ese que nos ha convertido en los programadores de nuestras propias emisoras de radio. Se acabó el tiempo en que especialistas o una máquina experta en algoritmos nos decían lo que tocaba escuchar en cada momento. Ahora, previo pago, somos los dueños de nuestro tiempo dedicado al ocio, porque lo que ocurre en la radio está ya inoculado en prensa, televisión y cine.

Hace más de una década que el usuario es quien decide qué consumir, dónde y cuándo. La influencia que los medios tenían en virtud de su papel de "seleccionador" de quienes jugaban el partido y quienes no, está en decadencia, porque ahora ese papel corresponde a los usuarios, que pueden elegir entre un número cada vez mayor de escaparates que ofrecen todo tipo de contenidos. Quienes opinaron que ésto jamás pasaría aduciendo que, debido al cansancio de los usuarios, "éstos preferirían que les dieran el trabajo hecho", se han equivocado. Deberían preguntarse si en los restaurantes a los que acuden eligen ellos lo que comen o es el camarero quien les dice lo que tienen que consumir. Es evidente que cuando podemos elegir, nos gusta hacerlo, pero algunos estaban convencidos que su rol de árbitro era imprescindible y eterno.

Claro que luego te encuentras con el resultado de nuestras elecciones y descubres lo malas que son las playlist que hacemos. Lo muestra, por ejemplo, que, pese al evidente desastre en Cataluña, la mayoría de sus habitantes prefieran escarbar en el suelo en vez de renovar sus comportamientos; que en la política nacional se impongan los extremos; que debilitar lo público se considere por algunos como un avance de la libertad; y que otros consideren que atenazar lo privado sea progresista. El resultado se asemeja a algo tan viejuno e indefinido como resultaría mezclar a Lluís Llach, con Manolo Escobar, Mecano, Serrat, Mikel Laboa y Silvio Rodríguez. Todos tienen seguidores que se emocionan al escucharlos y son más que respetables, pero ¿no nos convendría buscar que nuevas músicas hay por el mundo de hoy? Aunque sólo sea por cambiar la mustia banda sonora de nuestras vidas y descubrir horizontes a los que dirigirnos silbando y sin nostalgia.

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