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Crónica Personal

Podemos empieza a quitarle el sueño a Pedro Sánchez

No parece que a Pedro Sánchez le preocupe que su socio de Gobierno tense la cuerda todo lo que pueda; sí podría hacerlo Yolanda Díaz y su plataforma, de momento fallida.

Podemos empieza a quitarle el sueño a Pedro Sánchez.

Podemos empieza a quitarle el sueño a Pedro Sánchez. / Zipi / Efe

DIJO una vez Pedro Sánchez, en campaña para la presidencia del Gobierno, que nunca pactaría con Podemos porque esa posibilidad le quitaría el sueño. Pactó, fue la primera vez que los españoles fueron conscientes de que la palabra de su nuevo presidente valía poco, lo que se demostró en ocasiones sucesivas después de su elección. Durante estos años de Gobierno de coalición ha habido sus más y sus menos en el Ejecutivo entre los ministros de Podemos y los socialistas, Pedro Sánchez mantuvo durante un tiempo una buena relación con Pablo Iglesias, hasta que el entonces líder del Podemos notó claramente el enfriamiento: desaparecieron los despachos semanales con el presidente, casi siempre acompañados de almuerzo, y siempre encontraba excusas Pedro Sánchez para no concertar el encuentro.

Iglesias decidió presentarse a las elecciones madrileñas y dejar la vicepresidencia, y muchos apuntaron que más que hartazgo de la política y de la coalición, estaba harto de que se le ninguneara. Eligió a Yolanda Díaz como sucesora en la vicepresidencia y Podemos eligió a Ione Belarra como nueva secretaria general del partido. Desde entonces, la relación de Pedro Sánchez con sus socios de coalición ha sido desigual. Pocas veces cercana y con frecuencia tensa. Hoy, se puede decir que compartir Gobierno con Podemos le provoca problemas a la hora de conciliar el sueño. Es muy probable incluso que en algunos momentos piense que ha metido al enemigo en casa.

Las salidas extemporáneas de Belarra y Montero no le inquietan, las considera irrelevantes. Las mantiene en el Gobierno porque forman parte del acuerdo de coalición. Lo concerniente a Podemos sólo lo trata con Yolanda Díaz, pero mucho menos que lo hacía con Pablo Iglesias cuando las cosas iban bien entre ellos. Cuentan algunos ministros socialistas que a sus compañeros de Podemos sólo los ven durante las reuniones del consejo y que el presidente tampoco los ve mucho más.

En esa situación, Podemos tensa la cuerda todo lo que puede, pero no parece que a Pedro Sánchez le preocupe excesivamente. Probablemente, porque sabe que en cuanto Díaz y Belarra intuyan que está próxima la convocatoria de elecciones se apresurarán a romper la coalición. Nadie imagina una campaña compartiendo Gobierno. Además, para el presidente, Podemos no es rival en unas próximas elecciones: los datos que maneja, que coinciden con los sondeos que se publican en medios de comunicación -no los del CIS, cuya fiabilidad es nula- recogen que Podemos pierde votos y apoyos.

¿Alianza Díaz-Errejón?

Al presidente de Gobierno sólo podría preocuparle Yolanda Díaz y su tan traída y llevada plataforma, pero hasta el momento es una plataforma fallida. La vicepresidenta quiere darle impulso después de Semana Santa y se ha producido un acercamiento con Íñigo Errejón y su Más País. Ahí sí podría Sánchez perder votos, Más Madrid por ejemplo le restó votos en las elecciones madrileñas de hace un año. Pero el partido Podemos, o Unidas Podemos, no le quita el sueño desde el punto de vista electoral, aunque sí le preocupa como gobernante: Unidas Podemos lleva meses empeñado en tener voz propia y cuestionar las diferentes propuestas e iniciativas del presidente.

Como ocurrió el pasado jueves. Las relaciones de España con Marruecos han estado prácticamente interrumpidas desde que el Gobierno español cometió la torpeza de acoger al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, a espaldas del Gobierno marroquí. Eso supuso que Marruecos promoviera distintas operaciones de entrada masiva de marroquíes y subsaharianos en Ceuta y Melilla, problemas en el sector agrícola y pesquero, suspensión de la línea marítima de ferrys de Ceuta y Melilla y otras sanciones.

Sánchez, agobiado, sin contar con el Parlamento como es preceptivo y sin informar a sus propios ministros, envió una misiva a Mohamed VI en la que le trasladaba su decisión de cambiar de actitud respecto al Sahara Occidental. No lo expresó así de claro, pero era muy evidente que asumía lo que quería Marruecos desde hacía años: que el Sahara Occidental formara parte de Marruecos, con un amplio estatuto de autonomía. La sorpresa fue generalizada. Incluso en la ONU, porque España se posicionaba al margen de las resoluciones de la ONU sobre el futuro del Sahara. Y causó también sorpresa en Argelia, principal proveedor de gas a España. Esa nueva torpeza de Sánchez fue de las que hacen historia porque estos hechos se produjeron en plena guerra de Ucrania, con boicot total a Rusia, el más importante proveedor de gas para Europa. Argelia, principal valedor y colaborador político y humanitario del Polisario, cumplirá su contrato gasístico con España… pero existe el temor fundado de que pretenderá incrementar sensiblemente el precio.

En esa situación, Mohamed VI, al fin, acepta un encuentro con Pedro Sánchez. La diplomacia prepara la reunión con la máxima atención… y Podemos decide entonces presentar una proposición no de ley en el Congreso reivindicando el derecho del pueblo saharaui a un referéndum de autodeterminación, que es la posición que han mantenido la ONU y los sucesivos gobiernos españoles. Se vota apenas unas horas antes de que Sánchez inicie su viaje a Rabat. La moción se aprueba, un palo para las aspiraciones marroquíes.

Rusia y Marruecos, motivos de discrepancia

¿Cómo fue el encuentro con Mohamed VI? Bien. Pero podía haber ido mejor. Con un asunto perturbador: Marruecos no renuncia a Ceuta y Melilla, como había hecho creer el Gobierno de Sánchez cuando intentó justificar el cambio de postura respecto al Sahara.

Podemos, por tanto, le ha hecho un buen roto a Sánchez en su relación con Marruecos. Ha sido el último. Pero ha habido muchos más.

En la guerra de Ucrania es muy reticente respecto al envío de armas a Zelenski, y cuando el presidente ucraniano se dirigió al Congreso telemáticamente, el secretario de Estado de Agenda 2013, Enrique Santiago, líder del PC, no le aplaudió. Sí lo hicieron sus compañeros de Podemos, aunque Alberto Garzón, de Izquierda Unida, no ocultó su incomodidad. Los miembros de Podemos condenan la invasión rusa pero están en contra de las sanciones a Rusia y del envío de armas a Ucrania. De Zelenski dicen que es un dirigente social fascista.

En la situación de Enrique Santiago -íntimo de Iglesias y Montero- hay un elemento que puede explicar su radicalismo: dentro de dos meses se celebra el congreso del PC en el que tendría que revalidar su liderazgo. Le interesa recuperar el discurso más ortodoxo del comunismo. Pero hay miembros del Gobierno que no ocultan su incomodidad por la tibieza de Podemos en todo lo relacionado con Ucrania.

Mayor incomodidad todavía si a ello se suman las reticencias de Podemos a las políticas fiscales de Sánchez y Calviño para afrontar la crisis económica y energética, las posiciones contrarias de los eurodiputados de Podemos a la posición que defiende el Gobierno en Bruselas -la última, la de Izquierda Unida contraria a incrementar las sanciones a Rusia-, las diferencias de criterio de las mujeres del PSOE con las propuestas de Irene Montero sobre igualdad e identidad de género, la posición respecto a las dictaduras latinoamericanas, sobre todo Venezuela…

La lista es larga, y hasta ahora Pedro Sánchez procura no hacer sangre porque no le conviene. Pero su paciencia se puede acabar en cualquier momento. Momento que dependerá también de la fecha que tenga en mente para convocar elecciones. Es seguro que uno de los dos partidos romperán la alianza unas semanas antes. A ninguno le interesa ir a las urnas en coalición. Menos aún cuando son tantas las discrepancias.

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