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Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Populismo fonético

Hay una desigualdad territorial fonética que no ha solucionado el Estado de las Autonomías

El acento es como el perejil: ni mucho ni poco. En su justa medida da personalidad al hablante, pero en exceso lo convierte en una parodia de los Quintero o Arniches. Aun así, siempre es mejor algo de exceso que de defecto, porque las voces sin acento tienen algo de inquietante y maquinal, como la de HAL 9000, el ordenador metafísico de 2001: Una odisea del espacio, o las de esas centralitas automáticas que están diseñadas para introducir al desdichado cliente en un laberinto en el que no habita el Minotauro, sino la desesperación burocrática. Sólo las gloriosas voces de Radio Nacional de España, como las de Modesta Cruz o Javier Lostalé, consiguen el milagro de un idioma apolíneo y entrañable a la misma vez, un español sin tiempo ni espacio que nos dignifica al escucharlo, como una sonata de Bach o una soleá de Marchena.

Los ingleses, en estas cosas de los acentos, son insobornables. El idioma es lo que separa a las clases cultas de las bajas y no se puede llegar a ningún sitio de prestigio arrastrando dejes barriobajeros o folclóricos. Un lord debe hablar como un locutor de la BBC o un actor de la Royal Shakespeare Company. Muy al contrario, en Andalucía hemos visto a cachorros de las más selectas familias parlotear como gañanes, dentro de ese casticismo manijero que tanto gusta a nuestra clase terrateniente.

El problema en España es que todos los acentos no tienen la misma consideración. Hay una desigualdad territorial fonética que no ha conseguido cambiar el Estado Autonómico y, probablemente, tampoco lo hará la España plurinacional que se avecina. Los tonillos de las zonas pobres (Andalucía, Canarias, Extremadura o Galicia) son carne de mofa y desprestigio. Por mucho que fuesen los que gastaron Cánovas, Lorca o Fraga, en el imaginario capitalino son los acentos de las chachas y los emigrantes. Como mucho, dan para folclórica, humorista o señorito rico alojado en el Ritz. Por eso le fue bien a la Lola de España con su despampanante andaluz de Jerez de la Frontera, ahora recreado por un anuncio de Cruzcampo como quintaesencia del soniquete meridional. El spot, una mezcla de la estética de extrarradio flamenco a lo Rosalía (hasta eso nos inventan los catalanes), el empoderamiento feminista y el populismo fonético, está causando furor, tal es el cansancio que provoca en los andaluces la chanza a la que someten a nuestros acentos.

Por una vez, apoyaremos la cruzada andalusí, aunque nuestra imagen de Andalucía dista mucho del neololismo del spot. Eso sí, no valoramos todos los acentos andaluces por igual. Nuestra apuesta es por el seseo. Lo vemos elegante, probablemente por la costumbre y porque cuando pronunciamos, por ejemplo, "pretencioso", las eses se nos echan a galopar como liebres por una besana de la Vega.

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