La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Rompe, marzo

Rompe como si fueras la antigua caballería abriendo paso a las cruces de guía con la diana floreada y la retreta y polca

Rompe, marzo. Rompe como cuando, tras una levantá, el Señor del Gran Poder da la primera zancada de su racheo y se echa a andar, tan poderoso, tan exhausto, como si en cada paso agotara sus últimas fuerzas. Rompe como cuando, tras cada asunción -leve temblor de ancla, mariquillas, caídas del palio, candelabros de cola-, la Esperanza única de los mortales transforma la fuerza en gracia, el peso en levedad y su andar en un constante aparecerse, un total desvelamiento, un definitivo rasgarse del velo del templo que funde lo humano con lo divino, lo sagrado con lo profano, la eternidad con el tiempo, la muerte con la vida eterna, lo más humildemente cotidiano con lo más elegante. Rompe como cuando el Señor del Silencio en el Desprecio de Herodes se nos echa encima anegándonos en ternura, compasión y dulzura haciendo cierto lo que escribió Víctor Hugo: solo entre lágrimas los ojos pueden ver bien a Dios.

Rompe, marzo. Trae a Jesús Nazareno por la vira de oro de tus tardes. Deja atrás el siempre ingrato febrero que este año de pandemia ha sido más frío, desabrido, gris y luctuoso que nunca, arrebatando tantas vidas. Trae el consuelo de la luz larga, la alegría de las mañanas transparentes, la plenitud de las tardes doradas, la caricia de los atardeceres azul Carretería y la caricia de las noches de negro terciopelo Montesión. Da sus últimas fuerzas al agónico naranjo que monta guardia junto al azulejo del Gran Poder en San Lorenzo para que esta primavera le vuelva a hacer su anual ofrenda blanca al Señor, óbolo de la viuda en forma de azahares. Haz florecer los naranjos de la calle del Silencio para que sus azahares sean, este año, su único exorno concepcionista.

Rompe, marzo. Rompe al son alegre de Farfán, Gámez Laserna, Santiago Ramos, Morales, Hurtado, Braña, Ojeda Jiménez, Lerate, Abel Moreno, Vidriet y Pérez Tejera, Marquina, Cebrián. Rompe con el desgarro feliz, macho, sobrio, popular, hiriente como saetas que se clavaran en la memoria y en el corazón de Evocación, Consolación y lágrimas, Cristo del Amor, Virgen de la Paloma, La sentencia de Cristo o Silencio Blanco. Rompe como si fueras la antigua caballería abriendo paso a las cruces de guía tocando la diana floreada y la retreta y polca. Rompe con blanca danza de plumas y brillo de cascos y corazas, como si fueras la Centuria Macarena llegando a paso ordinario al son de Abelardo en ronda de esperanza.

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