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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

El lanzador de cuchillos

'Sabato sera'

Donde se ponga un buen canto a la inclusión visual de los ciegos que se quite el 'blu dipinto di blu'

Sábado por la noche. Suena el teléfono. Es mi amigo Josevi Pascual, estupendo escritor y fino analista de la actualidad, que diría el clásico. Hablamos de esto y aquello. Nunca subestimes la capacidad del PP de dispararse en el pie -replica a un comentario mío sobre Casero, el brazo tonto del televoto-, su tendencia natural a pisarse la polla; esta gente es experta en ponerse en evidencia y dar armas al enemigo. Y nunca pierdas de vista la posibilidad de que un político sea estúpido y, en pura coherencia, perpetre una solemne estupidez. ¿Y qué me dices de la penúltima polémica española, la de las pandereteiras y la muchacha de la teta?, le provoco, y aguardo unos instantes, divertido. Pues que no había otra chorrada que convertir en debate nacional. Hasta Comisiones ha entrado, camarada, hay que joderse. Pero, ¿qué esperábamos? Cuando se da voz en el ágora a cualquiera, la plaza se convierte en un cotolengo autogestionado. Esto es la democracia, querido. Urnas y libertades, pero también esplendor de la chusma. Nos mandamos un beso para las respectivas y colgamos. Imbuido de espíritu rigoberto, me siento con mi chica delante de la tele para ver en la Rai la final del Festival de Sanremo. La gala, entre concursantes, invitados, pausas publicitarias y discursos evangelizadores se eterniza. La conduce un viejo dj, que ahora presenta concursos y se hace llamar Amadeus, lo que en "la festa delle canzonette"no deja de tener su punto de provocación. Sanremo, que inmortalizó a Modugno, Celentano o Gigliola Cinquetti, ha mutado definitivamente en bacanal freak, un cúmulo de personajes grotescos dignos de aquel delirio expresionista que filmó Tod Browning. Los viejos cantantes han sido sustituidos por guerreres -blandites- de la justicia social. Ya lo dijo Krahe: afinar es un elitismo. Donde se ponga un buen canto a la inclusión visual de los ciegos que se quite el blu dipinto di blu. Al ganador lo pronostico desde que sube al escenario. Se llama Mahmood, es hijo de la emigración y luce una barbita como de geyperman escalador. En la gala precedente había comparecido en el Ariston con minifalda de cuero, medias oscuras y liguero. Canta a dúo con un tal Blanco, que lleva una camisa transparente de trapecista de los hermanos Tonetti. La canción es pura melaza y los tipos entonan como cabritas cachondas, pero dos gays que se comen con los ojos son levadura para el share y el voto popular. Arrasan, claro. No les ha hecho falta ni la mano tonta del diputado Casero.

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