La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Dónde está el límite de la vergüenza?
Construir VPO está bien, mantener los espacios verdes también. En el caso del Jardín Secreto de la calle González Cuadrado asistimos a un conflicto entre dos opciones que son positivas, aunque difícilmente compatibles. No se trata, por tanto, de demonizar a ninguna de las dos partes, sino de buscar qué es lo mejor para los ciudadanos en general y los vecinos de la zona en particular. Resumimos lo contado el domingo en estas páginas por la compañera Ana Sánchez Ameneiro: en el número 52 de esta rúa del barrio de la Feria existe un solar de titularidad pública que, debido a su abandono, terminó convirtiéndose en un lugar inmundo e insalubre. Hace veinte años, los vecinos de los inmuebles colindantes (especialmente uno de ellos) decidieron poner fin a la situación y lo transformaron, con su dinero y esfuerzo, en un recoleto parque en el que arraigaron bolilleros, jacarandas, nísperos o azofaifos, entre otros árboles; un hortus conclusus de 375,5 metros cuadrados digno de una miniatura flamenca que, ahora, la Junta quiere arrasar para construir 10 VPO.
Nosotros, por si alguien aún no lo ha intuido, estamos por la conservación del Jardín Secreto. Lo mejor de esta bandera es que puede ser tremolada por cualquier persona, independientemente de sus ideas políticas (si es que las tiene). Si tira más bien a la diestra, porque responde a la idea liberal de que el individuo puede y debe suplir con su iniciativa las carencias de una administración pública que, a la vista está, ha sido descuidada con sus obligaciones. Pero, si es más bien colorada, porque está en la más pura tradición de las luchas ecologistas urbanas de Sevilla, como las que salvaron a los Jardines del Valle o el Huerto del Rey Moro. Todo lugar donde un vecino planta un árbol debería ser declarado territorio sagrado e inviolable, como los cementerios sioux. Hay que acabar de una vez con la concepción del Casco Histórico como un mazacote urbano al que, en el mejor de los casos, sólo le caben naranjos.
Salvemos el Jardín Secreto para que sea verdaderamente público. Es uno de los pocos espacios verdes que existen en un lugar, el Casco Antiguo Norte, donde escasean dramáticamente, pese a que antaño fue zona de huertas urbanas. Lo necesitan los niños para jugar, los adolescentes para ligar, los mirlos para anidar, los mayores para descansar, los maduros para leer el periódico, los perros para desfogar… y todos para naturear -Figueroa, dixit-, para recibir los dones de la sombra y el aroma de las flores cuando llega la primavera y a todos nos entran ganas de polinizar. El Ayuntamiento y la Junta deben ponerse de acuerdo para que esto sea posible. Seguro que hay otros solares para construir las VPO.
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