La ciudad y los días

carlos / colón

Sánchez Canivell

IMPERTINENTE, grosera y chulescamente Pedro Sánchez se negó, no a pactar, no a abstenerse para que el PP -como fuerza más votada- pudiera gobernar en minoría con el apoyo de Ciudadanos, sino tan siquiera a sentarse a hablar. Parecía como si al chulear al PP -lo que supone hacerlo a sus 7.215.530 votantes- se desahogara de las humillaciones a las que le sometió Podemos desde la comparecencia de Iglesias exigiendo la vicepresidencia y las más importantes carteras ministeriales. "¡No es que no!", repetía una y otra vez sin la menor cortesía parlamentaria y sin atender a la obligación de dialogar -no digo apoyar, ni pactar- con la fuerza más votada.

No es necesario ser un pepero de vieja hornada -abrigo Loden o Chesterfield, gafas oscuras, fijador y rizos en la nuca- o de la nueva -chaleco sin mangas enguatado, pantalones chinos, gafas de diseño con cordón multicolor- para reconocer que muy sucio acusar ahora al PP de negarse al diálogo y pedirle que se abstenga para que el PSOE pueda gobernar con Ciudadanos. Y además añadir la responsabilidad culpable de que si Sánchez pacta con Podemos, IU y los independentistas es porque el obcecado PP le ha obligado a hacerlo impidiéndole -con su negativa a abstenerse para facilitar la investidura de Sánchez- formar un Gobierno progresista pero también moderado y reformista.

La política, por su propia naturaleza, es necesariamente sucia. Esto es así desde la Atenas de Pericles hasta hoy, pasando por las corruptelas de los senadores romanos o el maquiavelismo renacentista. Pero la suciedad tiene grados. Y negarse a hablar -insisto: sólo a hablar- con el partido más votado para bloquearlo, abrirse así paso hacia la investidura y después acusar de no dialogar a aquel con quien no se quiso dialogar -insisto: "¡No es que no!"- y reprocharle al bloqueado que bloquee, es demasiado sucio.

La desesperación de Sánchez es evidente. Incluso se ha convertido en agonía tras conocerse el resultado de la encuesta del CIS: si se repiten las elecciones el PSOE quedaría por detrás de Podemos. Sánchez se juega toda su carrera política en el asalto a la Moncloa. Y allí anda como el Jaume Canivell de "La escopeta nacional", correteando detrás de los falangistones o de los tecnócratas del Opus para colocar sus poteros electrónicos. En este caso lo que vende es su propia carrera política, el búnker sería Podemos y los tecnócratas, Ciudadanos. Pobre Sánchez. Pobre España.

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