La ciudad y los días

carlos / colón

¿Sangre y lágrimas sin victoria?

LAS 41 víctimas del atentado de Estambul se suman a las miles causadas por los ataques islamistas perpetrados desde hace más de tres décadas, de Hezbolá en los 80 del pasado siglo al Estado Islámico pasando por Al Qaeda. Más allá de si el atentado es obra de los islamistas o del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (todo apunta al EI), urge actuar con más inteligencia y decisión de lo que se hace. Porque por miedo a ser identificados con la creciente extrema derecha los gobiernos europeos están transmitiendo una sensación de indefensión y resignación frente al terrorismo islámico que no hace sino engordar tanto al terrorismo como a la extrema derecha. Porque cuanto más crezca uno, más lo hará la otra.

Manuel Valls, y lo escojo porque ha sido criticado desde sectores supuestamente progresistas por la dureza de sus medidas antiterroristas, ha dicho que "la lucha contra el yihadismo es el gran desafío de nuestra generación", pero también que "Francia debe aprender a convivir con la amenaza constante de los atentados terroristas" y que "la pregunta no es si habrá otro atentado, sino cuándo ocurrirá". Esto se parece alarmantemente a admitir una derrota. Se pide a los ciudadanos que resistan, y hasta que se acostumbren al terror, mientras el Estado se resiste a utilizar todos los recursos a su alcance -hasta los excepcionales que le son permitidos en circunstancias extremas- para liquidar al enemigo. Es como si Churchill hubiera prometido sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas sin ofrecer a cambio la victoria. No se olvide que en el mismo discurso dijo: "Me preguntáis: ¿cuál es nuestra aspiración? Puedo responder con una palabra: Victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia".

Distinto y más difícil de combatir que la amenaza nazi -por ser global y estar infiltrado entre nosotros utilizando a su favor nuestras garantías democráticas y la cobarde estupidez de lo políticamente correcto-, el terrorismo islámico es la más peligrosa amenaza desde la Segunda Guerra Mundial. Mientras se considere de extrema derecha reconocerlo y actuar en consecuencia, tendremos que aprender a convivir con el terrorismo pagando con vidas humanas nuestra buena conciencia. Churchill otra vez: "Queríais paz sin honra, y ahora no tenéis ni paz ni honra".

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