La ciudad y los días

Carlos Colón

Santa Ángela en el Corpus

PARA que no se crea que la santidad es cosa de seres sobrehumanos que vivieron tiempos en los que a los hombres les era más fácil oír la voz de Dios; sólo cosa de heroicas alfareras de la Híspalis romana, de sabios clérigos de la Hispania visigoda o de reyes defensores de la cristiandad; lo que está más allá de nuestros tiempos y nuestros méritos como algo admirable pero inalcanzable para nosotros en el presente, en vez de lo que se ofrece aquí y ahora a todos como posibilidad. Para evitar estas y otras confusiones el Cardenal ha querido que una imagen de Santa Ángela de la Cruz figure en el cortejo del Corpus.

Hija espiritual de un tiempo mediocre y convulso para la religión, de enfrentamiento entre violencia anticlerical e integrismo clerical, de hirientes desigualdades sociales consentidas por la Iglesia, esta modesta hija de cocineros de convento, adolescente aprendiza de zapatera, carente de instrucción, aspirante a monja que hubo de abandonar dos conventos a causa de su frágil salud, dio un testimonio de santidad que ya en vida le granjeó la admiración, agradecimiento y devoción de todos los sevillanos en tiempos en los que la unanimidad en asuntos religiosos parecía imposible. Nació el mismo año 1846 en que era proclamado Papa Pío IX, último pontífice que fue también soberano temporal, enemigo acérrimo del progreso, defensor del sometimiento del poder temporal al religioso e inspirador del Syllabus y la Quanta Cura que consumaron la ruptura entre la Iglesia y la modernidad durante un siglo, hasta el Concilio Vaticano II. Y murió en marzo de 1932, cuando ya habían sido quemados más de cien edificios religiosos en España.

Nada de ello le impidió ser santa. Y una santa extremadamente moderna. El jesuita Segundo Montes, exponente de la Teología de la Liberación asesinado junto a otros cinco sacerdotes en el Salvador en 1989, escribió: "Hay que hacerse pobre para comprender a los pobres". Más de un siglo antes, el 2 de agosto de 1875, sólo acompañada por tres mujeres, Ángela Guerrero había iniciado su obra en una habitación de la calle San Luis bajo el lema: "Hay que hacerse pobre con los pobres". 1989 en el Salvador, 1948 en Calcuta, 1875 en Sevilla, 1209 en Asís… ¿Qué más da? ¿Acaso importan los tiempos para la santidad? Para recordarlo saldrá la imagen de Santa Ángela en el cortejo del Corpus. Lo único que con ello se transgrede es la modestia de esta recia mujer que, como cuenta el querido José María Javierre, mandó retirar la lápida que el Ayuntamiento le dedicó en 1928 y que acabó, puesta del revés, sirviendo de mesa en la enfermería.

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