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Otra Semana Santa

Otra Semana Santa de Sevilla, que no pueda vivirla en la calle cualquiera que lo desee, no nos concierne

Ahora que la realidad se arrima tanto a la ciencia ficción y a la distopía, no puedo evitar imaginarme cómo sería una Semana Santa de Sevilla pandémica y futurista, donde se fundieran los olores a incienso y Sanitol, el plenilunio con los drones, las mamparas de metacrilato con los faldones de terciopelo, el sudor costalero y los test de antígenos, grupos burbuja de mantillas, asepsia y bacalao. Todo ello grabado en calles solitarias por cámaras remotas y retransmitido vía streaming. La estampa impone tanto que desde que el presidente de la Junta, Juanma Moreno, está buscando fórmulas para hacer la Semana Santa de la era Covid, muchos han sido quienes han dicho que prefieren dejarse de experimentos y celebrarla el año que pueda ser. Y es que la Semana Santa de Sevilla es compleja y poliédrica, no sólo tiene que ver con lo divino, con urania, también con el pueblo, con pandemos (cosa esta que choca mucho a quienes que no comprenden nuestra cultura). No sólo los católicos, apostólicos y romanos practicantes, sino también los hombres y mujeres de poca o ninguna fe, participamos cada año de la honda sentimentalidad de esos días de primera primavera: salimos a las calles, nos emocionamos colectivamente, guardamos silencio, nos guarecemos en la multitud, somos extrañamente felices entre sones dramáticos. Matizaba Juanma Moreno que no tiene "el más mínimo complejo" en ayudar al arte sacro. ¿Qué complejo va a tener ningún gobierno actual, ni el más de izquierdas, en proteger el arte sacro? (A continuación, relió esta idea con "ayudar a las cofradías", que está claro que no es lo mismo). La Semana Santa de Sevilla es un patrimonio al que tiene derecho a disfrutar cualquiera, independientemente de lo que vote, rece o deje de rezar y de votar.

Imaginen que prospera la idea de hacer "otra Semana Santa", adaptada a los rigores pandémicos. La Junta apuesta por el modelo de la misa del Gran Poder del otro día en la plaza de San Lorenzo. Y bien, ¿cuántas gentes caben en un formato así?, ¿quiénes serían esas gentes?, ¿qué sevillanos tendrían el lujo de ver en la calle a la imagen que sienten como suya? Lo mismo que la Semana Santa sevillana masificada, turistificada y exportada a ciudades con otros usos lo malversa todo, idear de cero la fiesta con oficios de tinieblas minoritarios, de hechura prácticamente vallisoletana, y sólo al alcance de unos pocos nada tiene que ver con esos días señalaítos donde el sabio pueblo de Sevilla sabe reunir solemnidad y trajín, entrópica armonía, emoción al filo y respeto, placer y trascendencia, intimidad y expresión. Otra Semana Santa de Sevilla que no pueda vivirla plenamente y a su manera quien así lo quiera, aparte de ser un ejercicio de alta ciencia ficción, no nos concierne.

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