La lluvia en Sevilla

Sevilla en Navidad

Sevilla vive estos días más allá de la luz cegadora de lo comercial y del ruido de los papeles de envolver

Depende de cómo se mire: hay quienes, cuando hablan de su casa, dicen que es "una inversión" y quienes en cambio ven en ella su hogar. Hay quienes ven en Sevilla, o en cualquier otra capital importante, ante todo un buen negocio, y quienes la escogen por ser un buen lugar para vivir. Pertenezco a esta última clase de personas; a Sevilla no me trajo desde los madriles más aspiración que la de vivir. No me parece poca cosa. A mi entender, lo primero y más importante que se le puede pedir a una ciudad es que sea habitable y, a poder ser, más amable cada día, menos agresiva en sus ruidos, contaminación y ánimo; menos metrópolis que municipio bien conectado y participativo. Un lugar donde la gente que lo habita pueda hacer ciudad, no sólo dormir y trabajar allí y soportar como se pueda la existencia dentro de ella. Sevilla, por su tamaño y hechura, por su tradición no sólo de calle, sino también de patio y barrio, y por los movimientos tectónicos, tan importantes, de asociacionismo vecinal y de iniciativas surgidas de sus gentes, tiene buenos mimbres para ser una ciudad que se manifiesta en sus tradiciones y sus vanguardias con dignidad, y no un bonito lugar más londonizado, vaciado de vecinos en su centro y barrios emblemáticos o falsificado a sí mismo -que, para colmo, eso viene a ser pan para hoy y hambre para mañana-. De quienes vivimos y votamos aquí dependerá de qué lado queremos que se incline la balanza, a pesar de las inercias que pretenden convertir todas las ciudades hermosas en una Venecia sin venecianos, en una Sevilla sin sevillanos. (Y exclamó el complementario de Antonio Machado: "¡Qué maravilla!". Bueno, eso dependerá de por quiénes sustituyamos a los hispalenses…).

A pesar de los efluvios de opulencia y consumismo que recorren en estas fechas todas las ciudades, de las luminarias y peloteras excesivas del centro, de los villancicos gringos a toda mecha, el programa navideño de Sevilla me parece desde hace años algo digno, variado y encaminado a lo que hablaba antes de hacer ciudad. Pongo ejemplos: Luces de barrio en La Candelaria, el festival de música itinerante a lomos de caminos de Lipasam -banda de cornetas y tambores incluida-, o las diversas actividades del Alumbra. A ello sumemos las iniciativas de las asociaciones, ongs, parroquias, particulares...: zambombas, belenes, campañas de alimentos. Ya dentro de casa, cerrada la puerta con suavidad, cada cual vive la Nochebuena como puede y quiere, pero, tanto en el ámbito más íntimo y privado como en el público, creo que podemos sentir orgullo de que Sevilla viva estos días más allá de la luz cegadora de lo comercial y del ruido que hacen al romperse los papeles de envolver. Les deseo una buena Nochebuena, llena de verdad y mucho amor.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios