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La Sevilla americana

Me pregunto si en la actualidad Sevilla siente y admira la marca americana que hay en su historia

Paseábamos por la Plaza Nueva, una clara noche este verano, cuando mi amiga Rocío me lo contó: unos visitantes extranjeros le habían comentado que Sevilla les parecía "muy colonial". Qué nos reímos. No de ellos, pues en realidad nos encantó la confusión y la fusión, el giro en el punto de vista. Bien mirado, la Plaza Nueva es un zócalo mexicano. Le quitas de la solería los escudos del Sevilla y del Betis, le pones un vendedor de raspaos, y estás en Cartagena de Indias. O en la plaza 24 de Septiembre, en pleno corazón de Santa Cruz de la Sierra, o en el Viejo San Juan. No sólo en su hechura: "Al ir por las calles, he creído ver en las personas con quienes me encontraba conocidos de Sevilla", dice Juan Ramón Jiménez tras sus primeros pasos en Puerto Rico. América es bastante andaluza y, por suerte, Sevilla es muy americana.

Digo América -sostiene mi vecino de columna Luis Sánchez-Moliní- como los toreadores (curiosamente) y no como las rockeras. América, para mí, es Iberoamérica. A Estados Unidos lo llamo Estados Unidos. Esta ciudad guarda en el Archivo de Indias señales nítidas de lo que sucedió allende el océano; en la práctica de las artes, aquí hallamos un vaivén simbiótico de ida y vuelta (me entusiasma escuchar a Francisco Montes hablarme de la devoción guadalupana -que yo desconocía- en la historiografía sevillana, o encontrarme a la Caridad del Cobre y sus cubanos en barquilla navegando en la iglesia de la Macarena); en la Fábrica de Tabacos, las mujeres liaban América pura. Con tomates y papas se traba rica parte de nuestra gastronomía. Me solazo a la sombra violeta de los jacarandás. La Exposición Iberoamericana del 29 nos acercó a América. Me pregunto si hoy los sevillanos continuamos sintiendo y admirando la marca americana en nuestra historia. Durante estos días, la novelista colombiana Alejandra Jaramillo y el hispanista alemán Gernot Kamecke vinieron a Sevilla para buscar el primer rastro de El Quijote en Bogotá. Sospechan que la prueba de lo que buscan, de existir, está aquí. Tuve el placer de acompañarles un ratito y, con ellos, volver a sentir la impronta prístina de América en Sevilla y todas sus posibles viceversas.

Hoy, Día de la Hispanidad, no vindico -no sólo- el "dolor y claridad" de la España de José Bergamín y María Zambrano, que es (dicho sea sin patrioterismos) la España que trato de heredar y merecerme. Hoy quiero, desde esta esquina del diario y el festivo, seguir reconociendo a América en Sevilla.

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