TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La Sevilla soñada, la Sevilla real

No podemos consentir que la Sevilla soñada se lleve todas las atenciones mientras la Sevilla real está abandonada

No hay ninguna duda de que la ausencia de las velas este año en las principales calles comerciales del centro es un error grave del Ayuntamiento. Sobre todo por su dimensión simbólica. En la época del achicharramiento global es muy difícil justificar la ausencia de los toldos, que son algo así como el sombrero que la Sevilla antigua se ponía para combatir el calor. Y decimos antigua porque, evidentemente, en la actualidad, las velas de Sierpes y rúas aledañas son sólo una gota en una ciudad-océano que ya desde el siglo XIX inició su ensanche más allá de la cerca almohade. En este sentido, me ha llamado la atención un comentario escrito en las redes por Dani Marín: "Quería decir que la ausencia de toldos o velas en algunas calles céntricas de Sevilla me parece la gilipollez más gorda del mundo. Sí, está bien que se pongan. Pero que si no se ponen, nadie se muere. Tampoco habrá toldos en las cientos de calles sin sombra que existen en Sevilla. Quienes están montando este follón por cinco calles -no crean que son más- son, fundamentalmente, los interesados en mantener un privilegio: comerciantes de las calles Sierpes y Tetuán, periodistas que piensan que no existe más Sevilla allende la Puerta Carmona y algún que otro partido obsesionado con la romantización de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Les aseguro que al 98% de los sevillanos les importa una higa y les afecta cero que haya toldos en esas calles. La sombra en las paradas de autobús es otra cosa y en ese caso hablamos de un solo toldo. Lo dicho, una gilipollez como la catedral de Valencia". Más allá de su estilo combativo y de que me pueda sentir aludido como periodista romantizador de la ciudad, creo que en el comentario subyace una realidad que es necesario que Sevilla acepte cuanto antes: el centro ha perdido su centralidad debido a la industria turística (que expulsa aborígenes y coloniza con aves de paso), a la especulación y a la dificultad de acceso motivada por una delirante política de movilidad que obstaculiza el tráfico privado y no ofrece alternativas públicas. El otro día, Manuel Jesús Roldán me comentó que sus alumnos, cuando dicen que van "al centro", se refieren al centro comercial Nervión. Aún así, algunos mantenemos la ficción de que la calle Sierpes sigue siendo el sancta sanctorum de la urbe, donde están los mejores cafés y teatros, lo cual es un engaño como otro cualquiera. Lo de la ausencia de velas es un gran error, decíamos, pero mucho más lo es el sol inclemente de algunas avenidas de la periferia. Dense un paseo por Montes Sierra y conocerán el infierno. No podemos consentir que la Sevilla soñada se lleve todas nuestras atenciones mientras la Sevilla real está abandonada.

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