Las medidas dictadas por las autoridades para intentar poner coto a la pandemia han dejado las calles medio desiertas, sobre todo a partir del cierre de los comercios y de los bares a las seis de la tarde. Pero donde Sevilla es un páramo a cualquier hora del día es en su zona monumental. Los alrededores del Alcázar, la Catedral y el Archivo de Indias, que hasta hace sólo unos meses bullían de turistas, colas para acceder a los monumentos y terrazas llenas, son ahora un desierto donde es difícil ver a algún foráneo. Los escasos cocheros de caballo que se atreven a salir y los camareros de los bares se dedican a a sestear a la espera de tiempos mejores.

La Sevilla vaciada
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